La suerte al final del Camino
Las administraciones de lotería de Santiago de Compostela empiezan a notar un aumento en las ventas por el sorteo navideño. Muchos de los compradores son peregrinos que quieren llevarse de la ciudad algo más que la experiencia
![La suerte al final del Camino](https://s2.abcstatics.com/Media/201411/10/loteria-santiago-peregrinos--644x362.jpg)
Las calles de la zona vieja de Santiago de Compostela han sufrido un cambio drástico en apenas unos días. Donde hace una semana se veían pantalones cortos y yogures helados hoy hay abrigos y cucuruchos de castañas asadas, que inundan con su genuino olor el antiguo adoquinado compostelano. Los peregrinos, tras visitar la Catedral, bajan la Rúa do Franco hipnotizados por el aroma como si fuese la música del Flautista de Hamelín. Y es que es que lo que nunca cambia en este lugar, al margen de la época del año, es la enorme afluencia de personas que llegan tras hacer el Camino desde cualquier parte del mundo.
Justo enfrente del vendedor ambulante se encuentra la pequeña Administración nº3 de Lotería, otro lugar «de peregrinación» para habitantes y visitantes de la capital gallega. El reducido tamaño del local y la amplia demanda de todo tipo de boletos para el fin de semana provoca que prácticamente se fundan las colas de los que esperan su turno con aquellos que se disponen a caer en la tentación del fruto otoñal. Cuentan que hace ya meses que empezó la venta de décimos de Lotería de Navidad , un sorteo que ha dado en los últimos años más de una alegría a esta administración. Un quinto premio en 2011, el segundo tan sólo un año antes y nada menos que el Gordo en 2007.
Los favoritos, los acabados en 7
Para llegar a la otra administración del casco antiguo santiagués no hace falta moverse demasiado, un par de minutos a pie y en la Plaza de Cervantes se encuentra La Romería, otro de los lugares donde cada día decenas de peregrinos intentan llevarse un pedazo de fortuna, una realidad que no pasa inadvertida a sus vendedores. «Es difícil saber cuanta lotería vendemos a gente de fuera, pero seguro que nuestros décimos están desperdigados por muchos países».
Poco margen hay para la anécdota, más allá de la predilección mayoritaria por los números que finalizan en 7 y, en menor medida, en 3 y 5; así como la amargura general por la pérdida de ventas durante la crisis, que se vuelve nostalgia cuando uno de los loteros recuerda que «los peregrinos y turistas venían y se llevaban billetes enteros para repartir con toda la familia y amigos. Desde hace unos años se acabó eso. Se venden décimos de uno en uno y gracias».
Otra de las pocas coincidencias en todo el gremio es que el alto ritmo de venta impide profundizar en las historias que hay detrás de cada caminante que busca llevarse de Santiago algo más que la Compostelana. «Poco podemos hablar con la gente, aunque a veces se siente curiosidad». Tanto es así que el que firma acaba frustrado porque nadie recuerde un caso que pudo observar en primera persona hace pocos veranos, cuando se dedicaba al sacrificado oficio de camarero en un restaurante costero: el de Günter, un alemán al que, como a tantos, el destino quiso traer al Camino.
La historia de un alemán en el Camino
Nuestro protagonista, directivo bancario que compaginó su vida en el sector privado con cargos en el ministerio de Economía teutón, pasó una complicada racha en su vida tras una larga enfermedad y la pérdida de un ser querido. Fue entonces cuando decidió emprender un viaje que le permitiese vivir una experiencia espiritual y tomó la ruta hacia Compostela nada menos que desde su domicilio en Berlín. Su ajetreada vida laboral y la enorme distancia de más de 2.500 kilómetros que separa ambas ciudades no le permitían hacerlo en un solo período, así que empleó desde entonces cada una de sus vacaciones en completar el Camino, retomándolo siempre en el punto en el que lo había dejado la vez anterior.
Siete años tardó Günter en ver el Obradoiro y asombrarse ante la majestuosidad de la catedral jacobea. Para entonces, había conseguido que una veintena de allegados provenientes de Alemania, Austria, Finlandia y otros puntos de España lo estuviesen esperando en la ciudad para completar su reto con una cena especial en un pueblo de playa cercano a la capital gallega. Al finalizar la velada, entregó un boleto de lotería «comprado nada más llegar» a cada una de las parejas asistentes y concluyó que «no es posible medir con dinero lo que he ganado con esta experiencia, pero sería maravilloso que vosotros también os pudiéseis llevar algo de ella».
Quizá el deseo de Günter no se llegara a cumplir, o quizá sí, lo cierto es que, en estas fechas, mezcladas entre el aroma de las castañas, en el final del Camino se pueden percibir las ilusiones de aquellos que buscan la suerte.