La «descastación» de Anova

Los conflictos internos del partido han entregado a IU el control de AGE

La «descastación» de Anova M. Muñiz

M. sueiro

La alianza con Izquierda Unida se convirtió en la plataforma buscada por Xosé Manuel Beiras y sus fieles para reaparecer en la escena política. Y es que aunque Alternativa Galega de Esquerda es una organización que se define como «rupturista y aglutinadora del descontento social» parece hecha a medida del veterano Beiras y de los chicos de Cayo Lara para recuperar el espacio cedido por otros partidos políticos.

Sin embargo, AGE pertenece al régimen y lucha contra el régimen. Sus portavoces no paran de repetir que «estamos en un sistema en descomposición» y vaticinan sin titubear la quiebra del Estado como sucedió con «la caída de Roma». De la ruina sólo se salvarían ellos mismos liderando la nueva política.

Sin embargo, no dejan de aparecer signos que evidencian que la fortaleza electoral de la coalición de izquierdas no es sólida y que los «egos» empiezan a condicionar de manera determinante el proyecto político impulsado por los comunistas, los ecosocialistas y los nacionalistas marxistas, que bien pueden agruparse en torno a Beiras e Izquierda Unida.

Las especulaciones sobre la continuidad del proyecto político tratan de zanjarlas con frases como «AGE tiene más futuro que nunca» o «es la hora de las organizaciones ciudadanas y populares», pero la fuerza de voluntad no se transforma en una apuesta rotunda por la marca y en las próximas elecciones municipales ambas fuerzas han decidido diluirse en «las candidaturas de base ciudadana».

Además, las reticencias a ser consideradas fuerzas sistémicas producen en algunos votantes sensación de extrañeza. El argumentario de AGE se ciñe más a la recuperación de la retórica marxista que a la acción concreta o la propuesta concreta pensada para un lugar concreto. Sus disensiones internas —salida de dos diputados y la escisión de Cerna — evidencian que funcionan de manera similar a otros partidos.

De igual manera, los cargos públicos de la coalición son acusados de la misma forma que cualquier otro dirigente político y la elección de los dirigentes presenta similitudes con las tramas orgánicas de cualquier organización.

Anova, una de las patas de la coalición, tiene cada día el reto de demostrar que son diferentes y que el aparato no controla a la disidencia. Nada por el momento parece indicar que esto vaya a suceder.

La huida de los militantes de la corriente Cerna produce en la militancia resistente un repliegue y una sentencia de sus dirigentes: «Con la salida se produjo en Anova un proceso de descastación ideológica y ahora funcionará como correa de transmisión de las mayorías sociales agredidas». El siguiente dogma o axioma tiene que ver con la renovada profesión de fe en «nuestros líderes» —Beiras y Martiño Noriega— como el tándem para conquistar el futuro y lograr la emancipación personal y política. Y aunque el golpe es difícil de digerir para todos, hasta los socios de Izquierda Unida, a través de Yolanda Díaz, anuncian que «el futuro tiene el nombre de Julio Anguita, Xosé Manuel Beiras y Pablo Iglesias».

No queda demasiado tiempo para comprobar cómo responde AGE y cómo vende su discurso rupturista a a un electorado cada vez con más oferta y más desencantado. Los ciudadanos ya empezaron a fijar su nombre, pero el riesgo que corre la coalición es si sus propuestas y su marca no quedarán diluidas en medio de tantas mareas debido a las constantes vías de agua.

La «descastación» de Anova

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