El Garabato del Torreón

Actitudes estupefacientes

Individuos enmascarados tras la careta del nacionalismo, de la estrella de cinco puntas o del patriotismo justiciero pretenden arrasar el régimen democrático a través de la demolición de sus instituciones

Juan soto

Es tan alto el grado de anorexia civil y tan creciente la marea de zafarrancho político que invade a todo el país que a nadie puede sorprender la indulgente ceguera con que asistimos al pulular de tinglados como el de Podemos, ni tampoco el silencio mediático que arropa a inquietantes episodios de violencia fascista. Dejemos a un lado, por ahora, el fasciopopulismo de Iglesias y vayamos un instante a un episodio acaecido hace unos días en Compostela.

Habrá quien se consuele atribuyendo los recientes destrozos en la casa consistorial de Baralla a la vesania de un pobre chalado, probablemente más necesitado de internamiento en Conxo que en Bonxe. Y habrá quien despache con un paternalista «cosa de jóvenes» el boicoteo con que unos cuantos matones impidieron el pasado día 23 la intervención del presidente de la Xunta en la USC. Esa actitud, además de anestésica, es suicida, porque no hay ambiente más favorable para la autodestrucción social que el propiciado por la invidencia ante el horror.

La actividad de grupos fascistas no es en Galicia ni anecdótica ni desdeñable. Individuos enmascarados tras la careta del nacionalismo, de la estrella de cinco puntas o del patriotismo justiciero pretenden arrasar el régimen democrático a través de la demolición de sus instituciones. De nivel cultural muy rudimentario, carentes de ideas, principios, propuestas y alternativas, el objetivo de estos iluminados es meramente aniquilador. Y para conseguirlo establecen estrategias inseparables de la delincuencia común y prácticas que recuerdan a las habituales entre las familias mafiosas.

La respuesta a las chulerías de estos mamporreros se disuelve en un ambiente de confusión y temor, del que todos, incluidos los jueces, participamos.

En definitiva, tenía razón Goering en su cínico comentario tras «la noche de los cristales rotos»: no es cómodo aceptar las normas de convivencia democrática en una sociedad donde los matones campan por sus respetos.

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