abc habla con un furtivo
«No soy un delincuente, solo me busco la vida para comer»
Este mariscador afirma que trabaja de forma ilegal «por necesidad» y pide que no agrupen a todos «en el mismo saco»
Vive solo, de alquiler, tiene que hacer frente a varias deudas y carece de ingresos fijos que le aseguren un plato de comida al día. Prefiere mantener su anonimato, pero reconoce dedicarse al furtivismo «por necesidad». Extrae marisco de forma ilegal porque no consigue un empleo estable. «No soy un delincuente, ni me dedico a robar. Me busco la vida para comer. Y lo hago de la única forma que puedo. Bajo a la playa porque no tengo trabajo», afirma. Lleva más de dos años sin un puesto fijo. En ocasiones es contratado como camarero, periodo en el que «ya no va al marisco».
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A diferencia de él, otros se dedican al marisqueo de forma ilegal «por avaricia, porque prefieren estar ahí que en otro sitio trabajando ocho horas». Según relata, no son los que se arriesgan cuando hay oleaje, ni en días de temporal. A sus 45 años, él se ha jugado la vida en muchas ocasiones. Recuerda la última: «Solo estábamos tres en la playa, incluso el vigilante nos alertó del peligro; ese día no le preocupaba el marisco». Apunta que hay furtivos que «no pasan necesidad. Me parece injusto que nos metan a todos en el mismo saco», critica.
Una posible solución
Y parece tener la «solución» para acabar con esta problemática: denuncia que en la cofradía de pescadores que explotan la misma ría que él sondea, hay un reparto injusto de carnés —hay unos 200 mariscadores legales—, dado que algunos de los propietarios de dichas licencias tienen «otros medios de vida». «Sé de gente que está de baja y trabaja en otros sitios. Esos carnés se podían repartir entre la gente que realmente lo necesita», reclama.
Ahora debe hacer frente a una sanción de 4.000 euros «por kilo y medio de almejas». Cuando acudió a Hacienda, fue «sincero»: «Les dije que iba a pagar la multa, pero que no tenía dinero. Pedí que me fraccionasen el pago, pero me lo denegaron». relata.
Pese a todo, tiene que continuar arriesgando su vida y su bolsillo. Esta semana fue «cazado» por los vigilantes. Como es un habitual, le pidieron que devolviese al agua el marisco extraído, por lo que recibiría una multa de 200 euros; de lo contrario, serían 6.000. «Les respondí que lo entregaba si ellos me daban de comer».