EN TERCERA PERSONA
El efecto Guggenheim
«Una serie de políticos no se dieron cuenta de que una copia nunca podía igualar al original»
El Guggenheim de Bilbao acababa de cumplir 18 años y poca gente dudaba hoy en día de lo beneficioso que había sido para esa ciudad y para la imagen de España, a pesar de que en su momento hubo una fuerte oposición por parte de sectores de la cultura vasca que lo consideraban casi como una invasión "yanqui" ( algo parecido a lo que pasó en su día con el IVAM que algunos querían que fuera solo para el arte valenciano ). Por tanto, no venía mal recordar lo que había supuesto esta importante inversión cultural.
En primer lugar, el impresionante edificio diseñado por Frank Gehry había cambiado totalmente la imagen de la ciudad de Bilbao, que había pasado de ser una ciudad industrial a convertirse en una urbe moderna con uno de los edificios más conocidos en el mundo entero. Asimismo, esto había provocado que se redescubriera el vecino Museo de Bellas Artes (todo un ejemplo de la visión internacional de la burguesía bilbaina) y que se instalara un jardín de esculturas a su alrededor.
El edificio de Gehry había provocado una media de un millón de visitantes anuales ( algunos tan conocidos como Brad Pitt, Robert de Niro, Meryl Streep o Bruce Springteen ) que conocían y promocionaban la ciudad de Bilbao y aspectos tan atractivos como su gastronomía. Pero lo que sobretodo había provocado el Guggenheim era que en España pudieran verse exposiciones de artistas tan interesantes como Durero, Egon Schiele, Kandinsky, Matisse, Basquiat, Kapoor, Kiefer, Calder, Rothko, Hockney, Alex Katz, Tàpies, Chillida, Cristina Iglesias o Manolo Valdés, entre otros muchos.
La única consecuencia negativa de la llegada de este museo a España era el fenómeno conocido como efecto Guggenheim, por el que habían surgido diversos edificios singulares por todo el territorio nacional con la intención de convetirse en pequeños "guggenheims", sin darse cuenta de que el continente no hacía el contenido. Pero eso ya no era responsabilidad del Guggenheim sino de una serie de políticos que no se dieron cuenta de que una copia nunca podía igualar al original.