HOTEL DEL UNIVERSO

Mambrú no fue a la guerra

«La gente acata todas las mentiras que se repiten con frecuencia, porque es más cómodo asentir a la costumbre que rebelarse contra los lugares comunes»

CARLOS MARZAL

Lamento aguarle la fiesta a algún incrédulo, pero estoy en condiciones de afirmar, después de haber investigado durante muchos años en archivos de España y Francia, que monsieur Mambrú no fue a la guerra. El de la canción española (que no tiene nada que ver con John Churchill , duque de Marlborough) es un impostor que consiguió eludir el reclutamiento que le correspondía, y no prestó servicio en el ejército. Como suena. Todo ese «Qué dolor, qué dolor, qué pena» es un topicazo melifluo inservible. Ni Do, Re, Mi, ni Do, Re, Fa. Una engañifa, como tantas otras a las que pienso referirme aquí por breve , a la espera de una ocasión mejor para explayarme.

La gente acata todas las mentiras que se repiten con frecuencia, porque es más cómodo asentir a la costumbre que rebelarse contra los lugares comunes. Por ejemplo, lo que sucede con los famosos clavelitos a los que la tuna ha cantando desde siempre con acompañamiento de mandolina y pandereta. Sepan ustedes que no eran claveles, sino geranios. Así de claro. No eran Dianthus Caryophillus, sino Geranium Phaeum , algo que cualquier aprendiz de botánico sabría distinguir, pero el caso es que la desidia taxonómica de los españoles es proverbial, y por eso se perpetúan las equivocaciones. Además, ¿acaso no saben los compositores de las canciones populares que las mujeres prefieren ramos de rosas antes que geranios o falsos claveles ? Por este género de asuntos nos va como nos va.

¿En qué cabeza cabe que en un café se rife un gato , y que le corresponda a un individuo por el sólo hecho de que le toque el número cuatro? ¿Es que nos han tomado por idiotas? ¿Es que no saben que algunos hemos estudiado Estadística, y Gramática, y Teoría del Conocimiento? Por favor, un poco de dignidad matemática y especulativa.

El caso del carro que Manolo Escobar judicializó por su cuenta y riesgo, de plaza en plaza, no fue un robo en sentido estricto del término, sino un hurto, puesto que la apropiación del bien mueble se llevó a cabo sin violencia. Si a la hora de ponerse a cantar, el intérprete andaluz, nacido en La Norias de Daza , se hubiese asesorado por un especialista, no me vería yo ahora en el compromiso histórico de tener que desmentir una afirmación que tantos españoles han ayudado a propalar.

Somos un país de extremos: pasamos, sin interrupciones ni análisis , de no ponerle letra al himno nacional (cosa que limita enormemente las efusiones de los nativos y de los extranjeros que han adquirido nuestra nacionalidad generosa) a arrancarnos en cualquier parranda por una rumbita catalana repleta de inexactitudes. No tenemos término medio.

El Mambrusismo es una de nuestras enfermedades congénitas . Máxime si tenemos en cuenta que el tal Mambrú no combatió en la batalla de Malplaquet , en 1709, sino que se pasó la Guerra de Sucesión Española en su casa, cuidando su poca hacienda, y planeando su paso a la posteridad mediante una cancioncilla.

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