HOTEL DEL UNIVERSO
Mi candidatura unitaria
«Creo que ha llegado la hora de que me presente ante el mundo en una lista única de mí mismo»
Este verano he meditado mucho, más de lo que suelo meditar (que es bastante, si hacemos caso a los análisis del CIS acerca de los hábitos meditativos de los españoles , según los cuales cada compatriota dedica a la meditación tres minutos con cuarenta y cinco segundos a la semana, de media).
El hecho de que haya meditado mucho se lo debo a mis vecinos de vacaciones, que no me dejaban dormir . Se han instalado en la entrada de casa, enfrente de mi balcón, dos fuentes sonorosas. Una consiste en una deidad de piedra , más o menos grecolatina, con los pechos al aire, que escancia el agua cíclica, nacida de una caracola, sobre un lecho de rocalla. La otra está provista de cuatro sencillos caños metálicos que riegan un estanque sin peces, con aspecto de abrevadero porcino. Sus dueños, después de mantener animadas tertulias en la calle, hasta las dos o dos y media de la mañana, se iban a dormir, no sin antes programar las fuentes hasta las cuatro o las cinco. Deben de poseer un concepto arábigo andaluz de las cálidas noches estivales , inspirado por los jardines, pongamos por caso, de la Alhambra, con sus rumorosos juegos acuáticos.
El caso es que, gracias esa concepción culturalista del civismo nocturno , he dedicado mis desvelos a la meditación, por lo común de género filosófico. Tumbado en la oscuridad, observaba el cielo estrellado, con una mezcla de perplejidad y estupor , que son, según parece, dos ingredientes imprescindibles –y que mezclan muy bien– en los cócteles de la filosofía universal. Marzal –me decía– mírate ahí en la cama, en un rincón cualquiera del universo. Qué pequeñez la tuya. Qué enormidad estelar lo de allá arriba, con sus agujeros negros y el resto de la caterva cósmica. Y en esos quehaceres introspectivos me daban las tantas, e incluso veía amanecer a veces, con el añadido de pasmo existencial que supone para un pensador asistir en mitad de su trabajo a la llegada del alba.
Así fue como tuve, hace unos quince o veinte días , mi pequeña revelación: la idea matriz que debe vertebrar el sistema de todo filósofo que se pre cie. Voy a explicarla con la claridad de algunos cuentos infantiles: y digo algunos, y no todos, porque los especialistas psiconalíticos, detrás de Caperucita y el lobo feroz, por ejemplo, han descubierto un sinfín de evidentes pulsiones de naturaleza sexual y mortuoria, referidas al ámbito de la familia.
Creo que ha llegado la hora de que me presente ante el mundo en una lista única de mí mismo: que sea mi propia candidatura unitaria. El siglo XX nos ha dado mucho la murga con el asunto de la escisión del yo , con la multiplicidad especular de la identidad, con el fragmentarismo de la conciencia. Por eso tanto pintor cubista, y tanto novelista desparramado, y tanto poeta irracional firmando con diferentes pseudónimos. El siglo XXI será el del regreso al yo de toda la vida. Si alguna vez se rompió, lo hemos vuelto a pegar. Con cola blanca de carpintero, como hacía la abuela. Puede que seamos muchos; pero en el mismo frasco, como si dijésemos.
Por eso he reunido a mi indolente, a mi laborioso, a mi dubitativo, a mi inquebrantable. Concurrimos todos en equipo desde hoy, a lo que sea. Nos llamamos Unidos por Marzal .