fil de vint

La lógica del ruido

david martínez

Bueno, pues ya lo han visto. Esto, grosso modo, es lo que nos espera al menos los próximos cuatro años -si la legislatura completa su ciclo natural-. Un gobierno tripartito de hecho pero formado en la práctica solo por dos fuerzas políticas, tuteladas desde la falsa oposición por el grupo menos votado de las pasadas elecciones, que ha nacido de la desconfianza y los pulsos entre sus cabezas visibles, Ximo Puig y Mónica Oltra. Con Antonio Montiel en el papel de árbitro «casero».

Al final, la lógica pudo con el ruido -y hubo «mucho, mucho ruido», como diría Sabina, el pasado miércoles- y la única opción que legitimaba el discurso del «voto del cambio» abanderado por el PSPV se impuso. Oltra y Compromís sabían que el candidato socialista y próximo presidente de la Generalitat no podía pretender en serio postularse para cambiar las políticas del PPCV y pedir al mismo tiempo a ese PPCV -a cuya labor ha presentado una enmienda a la totalidad- que le echase una mano para conseguirlo absteniéndose en su investidura.

La lógica indicaba que el pacto solo era posible con Compromís y Podemos, y así ha sido. Pero por unas horas, el malabarismo sonaba verosímil, pues los socialistas son capaces de eso y de más -recuerden a Zapatero pactando el Estatut de Catalunya con Artur Mas, que por aquel entonces le hacía oposición al PSC de Maragall y a la ERC de Carod-Rovira en el Parlament-. Y Puig y los suyos (Orengo, Ciscar...), la vieja guardia del PSPV de toda la vida, son además especialmente hábiles en el manejo de las intrigas palaciegas y las puestas en escena. Incluso más que el negociador de Compromís, Pasqual Mollà.

El candidato socialista y próximo presidente de la Generalitat -que será el menos votado de la historia, como saben-, se situaba así en una posición de fuerza frente a su futura vicepresidenta, que amenazaba con comérselo por los pies desde el primer minuto, con las nefastas consecuencias de futuro que eso tendría para la marca del PSPV en la región. Está por ver aún que no lo consiga, y el resultado de la coalición Compromís/Podemos en las inminentes generales -en las que, de repetir el apoyo en las urnas que recabaron por separado el 24 de mayo, se convertirían en la primera fuerza de la izquierda valenciana- tendrá mucho que ver en ello.

Pero de momento Ximo Puig se ha salido con la suya. Será el presidente de un Consell, aunque con un protagonismo exacerbado de sus socios -ya se vio el jueves en el «Acord del Botànic», reedición en valenciano del «Pacte del Tinell», de infausto recuerdo-. Y, a la vista de los antecedentes del pacto de gobierno, la legislatura promete ser agitada. Especialmente cuando los socios empiecen a caer en la cuenta de que, más allá de su urgencia por apartar al PP de las instituciones (y, en algunos casos, los menos, el odio personal hacia los populares), tienen menos en común de lo que cabría esperar. La elaboración de los presupuestos de 2016, que se supone que debería empezar a corto plazo, será una buena prueba de ello.

El mismo esquema que en el futuro Consell se ha trasladado a muchos ayuntamientos. El PSPV tiene mayoría absoluta en 150, pero gobernará muchos más (la mayoría donde el PP fue el más votado) gracias a pactos con Compromís, EUPV, marcas blancas de Podemos y una ensalada de siglas. Cambiar un alcalde es más fácil que cambiar un presidente de la Generalitat, máxime cuando hay tantos partidos implicados en la formación del gobierno y las mociones de censura no implicarían transfuguismo.

Es probable que pase más de una vez a lo largo de la legislatura, porque muchos de esos pactos son, directamente, contranatura. La lógica del ruido.

La lógica del ruido

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