fil de vint
El ruido contra la lógica
«El ruido a favor de Mónica Oltra sigue marcando la agenda»
Corría julio de 2007. Se acababan de celebrar unas elecciones autonómicas en las que el popular Francisco Camps, lejos todavía el asunto de los trajes, había vuelto a barrer en las urnas. Y en las Cortes se sentaba por primera vez el «Compromís pel País Valencià» , que entonces no era un partido, sino una plataforma político-ciudadana, tan del gusto de Esquerra Unida (cuatro años antes la denominación había sido «Entesa ciutadana») para sumar partidos minoritarios e independientes, en busca de aglutinar apoyos que mejorasen su representación parlamentaria. Con un matiz. Por primera vez, la plataforma promovida por EUPV incorporaba a un partido de corte nacionalista, heredero de la antigua Unitat del Poble Valencià: el Bloc Nacionalista de Enric Morera.
Los nacionalistas de izquierdas, con una extensa implantación municipal y alguna Alcaldía que otra, se habían movido siempre en el entorno del 4% de los votos autonómicos, lo que nunca les había permitido entrar en las Cortes. EUPV sufría para superar el listón del 5%. El pacto de conveniencia (al que se sumaron Els Verds e Izquierda Republicana) perseguía llegar al 10% y ser determinantes, pero la cosa se quedó en un tibio 8%. De la artificiosidad del pacto da cuenta el hecho de que en infinidad de ayuntamientos EUPV y el Bloc se presentaron por separado. Aún así, el Compromís –que aún no había perdido el artículo– obtuvo siete diputados. Todo un éxito para la época.
En esas elecciones se produjo otro hito: Mónica Oltra, una joven abogada que se había iniciado en política en 1984 en las filas del Partit Comunista del País Valencià (PCPV), se sentaba en las Cortes junto a Morera y la que había sido candidata del Compromís, la comunista Glòria Marcos. Oltra, como Mireia Mollà (hija del histórico dirigente de EUPV Pasqual Mollà), pertenecía a la corriente más nacionalista dentro de EUPV, «Esquerra i País».
Las diferencias entre los diputados más nacionalistas y los del PCPV no tardaron en aflorar. Un mes después de constituirse las Cortes, Morera, Oltra y Mollà daban un «golpe de estado» y destituían a Marcos, que tenía el apoyo de EUPV (mayoritaria en la coalición), como portavoz. Oltra fue desde entonces el rostro del Compromís. En 2011 el candidato de la formación, ya establecida como partido independiente y separado de EUPV, fue Morera. Pero Oltra, sus camisetas y sus salidas de tono siguieron siendo las protagonistas de la coalición. Como sus auto-expulsiones de la Cámara. La abogada fue capaz de forzar su expulsión tras ignorar tres llamadas al orden del presidente y presentarlo como un intento de «los corruptos» de «amordazar a quienes denuncian la corrupción». El extraordinario resultado de Compromís el 24-M, en una Comunidad que no se caracteriza por la raigambre de las ideas nacionalistas (el voto netamente catalanista nunca ha pasado del 1%, y el «matrimonio» entre EUPV y la marca valenciana de Esquerra Republicana de Catalunya se ha quedado fuera de las Cortes), confirma que la estrategia del ruido fue la acertada.
En estos comicios, además, se ha producido otro hito: Oltra logró ser la candidata de Compromís al apartarse Morera voluntariamente de las primarias, ante las amenazas de desestabilización de los partidarios de la abogada. Pese a que el Bloc es la fuerza mayoritaria de la coalición. De nuevo el esquema de 2007. Y el de 2011. La agitación de Oltra contra la lógica democrática .
Ximo Puig, que según esa lógica debería ser (estoy seguro de que lo será) el presidente del nuevo Consell bipartito, una vez descartado que el PP –el más votado pese a «perder» las elecciones, que no se olvide– pueda llegar a pactos de gobernabilidad, debería tener muy presente la trayectoria de Oltra cuando se sienten a negociar. No vayan a terminar él y el PSPV como Marcos y su EUPV , como Morera y su Bloc. De momento, el ruido y la agitación a favor de los intereses de Oltra siguen marcando la agenda.
dmartinezjorda@abc.es
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