HOTEL DEL UNIVERSO
La vista tiene hambre
«Mucha gente tiene el sentido de la vista atrofiado, y solo lo utiliza para mirar, que consiste en ver sin enterarse de nada»
Al sentido de la vista lo que le gusta es ver cosas, coleccionar lo que va encontrando por el mundo cuando sale de excursión volitiva (porque el sentido de la vista es un sentido de naturaleza itinerante, andarín, y de los de “culo veo, culo quiero”). Parece una obviedad, pero no lo es. Al sentido de la vista le encanta ver cosas, pero mucha vente no ve un pijo, ni con su vista propia ni con la vista de los demás. Mucha gente tiene el sentido de la vista atrofiado, y solo lo utiliza para mirar, que consiste en ver sin enterarse de nada.
La vista tiene hambre. Desde siempre. Desde que a uno lo arrojan al mundo, su vista no para de comer. Se trata de un sentido muy ansioso. Enemigo irreconciliable de toda abstinencia: quiere más. La vista quiere ver esa ciudad que no ha visto, para decir que la ha visto. La vista quiere ver de nuevo a esa tía abuela que vive en El Perú, cultivando papas desde que se marchó de nuestro barrio. La vista quiere ver esa película de la que tanto hablan los cinéfilos, para poder recomendar a sus amistades que no vayan a verla, o para contarles el argumento con entusiasmo, y estropearles que vean el final. La vista es muy caprichosa, y, a las primeras de cambio, se pone estupenda, para argumentar en voz alta: Eso habrá que verlo.
Soy bastante miope, pero me las arreglo bien con las gafas de cristales progresivos y con las lentillas, que son, en el ámbito visual, como el cuchillo y el tenedor para el sentido del gusto, más o menos. Tengo buen apetito. No me privo de nada. Cuando se me cruza algo que despierta mi curiosidad, voy y lo veo. Me pongo morado de todo con la vista. Paisajes y periódicos. Gente que anda por la calle y nubes, muchas nubes, que tienen sobre la vista el mismo efecto que las ciruelas pasas sobre la digestión: favorecen el tracto de lo que se ingiere, ya sean atardeceres lánguidos y cuerpos desnudos en la playa, o grandes sistemas filosóficos.
He visto cosas con mi vista que no creeríais. Además de las vulgaridades que ha visto todo el mundo (naves en llamas más allá de Orión, rayos C brillando en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser, y todas esas menudencias exóticas), he visto todo lo que solo yo he podido ver, porque nadie más disponía de mi mirada. Parece que no resulte meritorio; pero en verdad me ha llevado mucho trabajo hacerlo, y, en especial, me ha llevado mucho trabajo memorizar lo visto. Porque me acuerdo de todo. Lo tengo todo archivado, clasificado y envasado al vacío en la retina. No me acuerdo apenas de lo que estudié en el colegio, pero puedo recitar de memoria el poema de todo lo que he visto alguna vez. Desde mis visiones amnióticas hasta la pantalla del ordenador con el que escribo esto: no me olvidaría de nada ni de nadie. Soy un mirón bulímico. La vista es voraz.