LIGA BBVA

El Valencia, todo o nada en la última jornada por la Champions

Empata ante el Celta en un partido competido y con la tenaza de los nervios (1-1), pero puede aprovechar la derrota del Atlético

El Valencia, todo o nada en la última jornada por la Champions EFE

RAÚL COSÍN

El Valencia, que se enfrentó a un buen y competitivo Celta con el que empató, tiene opción de ser tercero. Pero también de tirar al traste la campaña. Un punto, a priori insuficiente en esa lucha desgarradora en la zona Champions, pero que se verá qué valor tiene la próxima jornada. Perdió el Atlético contra el Barcelona. Ganó el Sevilla al Almería. Pero los de Nuno empataron. El pero se debe a que de haber ganado a los vigueses, que se mostraron como un gran rival merecedor de puntuar en el fortín de Mestalla, el Valencia se hubiese asegurado la cuarta plaza, dejando fuera a los de Emery y puesto a un solo punto de los de Simeone. Hubo mayúscula ración de nervios en el coliseo valencianista, pero más habrá en la última jornada con el negociado entre el tercer, cuarto y quinto clasificados. El Atlético suma 77 apuntos, el Valencia 74 y el Sevilla 73. Los blanquinegros tienen el diferencial goleador particular ganado a madrileños y andaluces.

Acudió a una acción a balón parado el Celta para romper los esquemas, desorientar y sacar del partido al Valencia. Camino de los diez minutos, después de un buen ejercicio protagonista de los locales, Nolito sirvió de esquina y Pablo Hernández ganó el espacio en el primer palo para rematar de forma no muy ortodoxa con la cabeza y prolongar la dirección del balón hacia el palo largo de Alves. Entró el cuero besando la madera. Se adelantaban los vigueses, liberados en Mestalla, y movieron con suficiencia y claridad el balón ante un conjunto, el local, resquebrajado.

Necesitaba el Valencia de la presencia física y mental de Parejo y André Gomes para comenzar a hacer funcionar la maquinaria de orquestación de juego blanquinegro. Fue el portugués el que recuperó al equipo con buenas ideas en lo ofensivo. Superó el bache (largo) el Valencia y se proyectó hacia la portería de Sergio Álvarez, sin embargo, sin dibujar ninguna ocasión clara. Pero en ese arreón precisamente perdieron por lesión a André Gomes. Lesión muscular en la pierna izquierda y Nuno dio la vez a Enzo Pérez.

Progresivamente el partido tomaba color local. Procuró profundizar por los costados. Parejo no acababa de estar cómodo, pero se mostraba algo más. Imprimió velocidad el conjunto local, pero el problema lo tenía en las recuperaciones celtiñas, que tenía en los Orellana, Nolito o Pablo Hernández futbolistas que manejaban con velocidad si bien cerraron rápido Barragán, Otamendi y Mustafi. Dio esto para alguna fase rota, de alternancia, pero con el Valencia más centrado. No logró igualar antes del descanso.

Nervios atenazadores

También con una acción a balón parado empezaron fuertes los valencianistas en la reanudación. Falta en zona de tres cuartos que remató de cabeza de Otamendi, que rozó lo suficiente Sergio para que el balón se estampase en el larguero. Salió motivado y vivo el equipo de Nuno. Querían y debían remar, pues el botín era algo tan gran y prestigioso como la zona Champions (a falta de su definición). El arranque, no obstante, no amilanó al Celta. De nuevo alternancia: veloces pero descontrolados los locales (Javi Fuego procuró dar tranquilidad), y ambiciosos, pero contenidos los vigueses.

Intensa. Entretanida. Competida. Era la fotografía del segundo acto. Por momentos, se entremezcló con nerviosismo para los locales, porque llegaban noticias, al menos a la grada y eso de alguna forma aterrizaba en el césped, desde los campos en los que el Valencia también se jugaba algo: El Calderón o el Sánchez Pizjuán. Y en esas, los locales se mostraban espesos. Pero se liberaron con un gol en el 71. Parejo botó una falta desde zona de tres cuartos, no supo atajar Sergio Álvarez y el rechace lo aprovechó Otamendi para empatar.

Se volcó entonces el equipo blanquinegro. Se le había torcido un serio y ordenado Celta, pero el tanto de la igualada avivaba la ambición local. Ya fue con todo el Valencia, porque era su obligación y porque el premio no requería otra cosa. Tuvo peligro el conjunto de Berizzo a la contra. Incluso llevó la angustia a la parroquia de Mestalla. Faltaba precisión y temple en el negociado en los últimos minutos. Vibrantes y nerviosos, competidos y alternos, exigentes se jugaron los últimos instantes, que ya no dieron para nuevos goles.

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