verlas venir
25 años tumbado
«El Gulliver ha sido el silencioso testigo de esa evolución del jardín del Turia y de la ciudad que ha evolucionado en paralelo»
Igual que ABC de la Comunitat Valenciana, el Gulliver del antiguo cauce del Turia cumple 25 años en este 2015. Casi nada. Son datos los dos que conozco porque yo mismo llegué a Valencia en octubre -el 6 para ser exactos- de 1990 para dedicarme a esto de escribir cosas en los medios. Por eso no me lo ha contado nadie. Lo recuerdo.
Y ya que estamos los tres -ABC, el Gulliver y yo mismo- de bodas de plata aquí en Valencia, me apetece dedicarle unas líneas al héroe infantil que imaginó Jonathan Swift en el siglo XVIII.
Yo que soy de natural perezoso empezaré por decir que Gulliver está cómodo en el lecho del río. No hay más que ver su postura, entregado a un sueño de 25 años ya. ¡Qué envidia!
Y además se divierte. En 25 años han sido millones los niños los que se han deslizado por los pliegues de su traje, por los toboganes de su cabello, o los que se han escondido entre sus zapatos.
Probablemente, el Gulliver fue la primera obra sobredimensionada que se hizo en el río. Y menos mal que le construyeron tumbado, ya que si no hubiera sido así, con la que está cayendo en los últimos años se hubiera caído de culo, espantado por su propia magnitud. Toda la vida queriendo tener lo más grande para ahora someter todo lo grande al desprecio.
A mí me parece que el Gulliver marcó un poco el camino de hacia donde iba a ir la ciudad. Y a las pruebas me remito. Si ustedes tienen el recuerdo de la Valencia de 1990 y ven la de ahora se darán cuenta que -con permiso de Alfonso Guerra por la frase- a esta Valencia no la conoce ni la madre que la parió. Bueno, igual esa sí.
En fin, que el capital Lemuel Gulliver llegó al río apenas cuatro años después de que la ciudad empezase a tomar para su disfrute el antiguo cauce. Y después de un cuarto de siglo, ese cauce que solo traía riadas se ha convertido, sinceramente, en el parque central (de verdad) más atractivo que conozco.
Y el Gulliver ha sido el silencioso testigo de esa evolución del jardín del Turia y de la ciudad que ha evolucionado en paralelo. Testigo de primera fila. Y no ha tenido que estar ni siquiera sentado. Lo ha podido hacer durante 25 años tumbado.