HOTEL DEL UNIVERSO
La vida como serie de TV
«Los miembros y las miembras más sesudos de mi generación se soñaban muy de Arte y Ensayo, en versión original, por supuesto, con subtítulos, a ser posible en francés»
Los miembros y las miembras de mi generación -los semijurásicos, los de la llegada del hombre a la luna, los de la tele en blanco y negro, los que acentuábamos el adverbio «sólo»-, cuando nos daba la duermevela soñadora, veíamos nuestra vida bajo especie cinematográfica: como una peli. Ya saben ustedes: hora y media o dos horas, en un enorme cine a oscuras, rodeados de gente que antaño comía pipas, y altramuces, y que tiraba las cáscaras y las pieles al suelo, y que incluso merendaba en las sesiones dobles y triples.
Los miembros y las miembras más sesudos de mi generación se soñaban muy de Arte y Ensayo, en versión original, por supuesto, con subtítulos, a ser posible en francés. Los interesantes necesitaban el blanco y negro, y que pasaran pocas cosas, muy pocas (porque la acción era un asunto de catetos, un poco fascistoide, como los finales felices). Aquellas tramas trascendentes te obligaban a desarrollar la capacidad crítica y te mantenían despierto contra el poder, viniera de donde viniera. Para ser más didácticos: por ejemplo, en una peli de Wim Wenders, el protagonista se bajaba los pantalones, los calzoncillos y cagaba en el desierto, con un plano medio del zurullo colgante, y entonces uno, que había visto ya mucho Fassbinder, y mucho Antonioni, y mucho Mizoguchi, comprendía que aquella epifanía fílmica era un hachazo contra el modo de producción capitalista. Evidente.
Yo también tuve mi época de Arte y Ensayo. Mi hermano mayor siempre estuvo muy preocupado por mi educación, y me llevaba al cinefórum, y a las maratones de Herzog, y a las de cine sueco, y después de las sesiones me ponía a estudiar, lo mismo a Rosa Luxemburgo que a Román Gubern, para que la cosa me calara. A mí me iba más el western, mi género favorito, y siempre me he visto -con perdón- en plan llanero solitario, haciendo café en una hoguera y matando de tarde en tarde algún puñado de apaches idólatras sanguinarios. No sé qué diría de todo eso el doctor Freud.
Los jóvenes y jóvenas de hoy en día ya no se ven bajo el prisma -digamos- de película , sino de serie de televisión. No me extraña. Todo cambia muy deprisa. La Transición, parece ser, se cerró en falso, y si el modelo del 78 ya no sirve, es de cajón que no sirvan algunos cachivaches de entonces. Sin ir más lejos, el otro día escuché que Pablo Iglesias y su antigua novia, Tania Sánchez, se veían a sí mismos como Daenerys Targaryen, la Khaleesy, también llamada, entre otras cosas, La Que No Arde, Madre de Dragones, Rompedora de Cadenas, una de las protas, que va por el mundo liberando esclavos oprimidos y asando a la parrilla, con el fuego de sus reptiles voladores, a los amos perversos. Qué modestos estos chicos. El mismísimo Pablo (no es un dato menor) ha escrito un ensayo sobre las lecciones políticas en Juego de Tronos. Qué juguetones nos han salido los niños. Están deseando volvernos a abrir el cinefórum.