crítica
Banquillo de lujo para un gran Stabat Mater
Este Stabat Mater rossiniano llegaba bajo el signo de una epidemia de cancelaciones. Pero también es cierto que los anunciados sustitutos lograron aliviar la decepción inicial. Los solistas que finalmente comparecieron dieron la talla. Afortunadamente cantantes de la calidad de Montiel y Kunde tienen una estrecha relación con el teatro y están “para lo que haga falta”.
Así, se cumplieron las expectativas generadas y el éxito fue memorable. El cuarteto desde la su primera intervención evidenció la calidad de sus componentes, a pesar de los escasos ensayos juntos, así que los aficionados no tardaron en hacer borrón y cuenta nueva. Ya tendremos a Camarena y Agresta en otra ocasión. Se presentaba en Les Arts el joven (32 años) director italiano Giacomo Sagripantii, seguido de cerca por la intendente saliente Helga Schmidt desde hace tiempo, y que le reclamó para esta ocasión.
Sagripanti hizo un excelente trabajo con los cuerpos estables a juzgar no solo por el resultado sino por la ovación que le brindaron el coro y la orquesta en los saludos finales. No fue una versión extrema en cuanto al dramatismo, pero sí rica en matices y de inapelable ejecución. En momento alguno pudo vislumbrase desajustes entre lo vocal y lo instrumental. Quizás como única observación menos positiva, un cierto desmelene en algunos volúmenes, lo que puede explicarse por el escaso conocimiento de la complicada sala por el director. Sin duda una batuta muy interesante que conviene seguir de cerca a la vista del fenomenal resultado.
Dentro de este repertorio, como bien se sabe, Kunde se halla en el lado opuesto a Camarena. La facilidad para la agilidad de una voz más pequeña y flexible como la del mexicano contrasta con el esmalte del tenor norteamericano. Impresiona la seguridad con que esa voz grande y ancha alcanza como un cañonazo el re bemol sobreagudo en la cadenza de suCujus Animam para seguidamente deslizarse por las notas en piano y matizar con gran sensibilidad.
Excelente también el bajo chino Liang Li, con una Pro Pecatis excelentemente fraseada y apoyada en un extenso y bello instrumento. No defrauda nunca María José Montiel con ese bellísimo timbre oscuro y esa sensibilidad especial para el canto. No puede presumir de un instrumento de gran tamaño la soprano italiana Erika Grimaldireciente Desdémona con Kunde en Bolonia pero canta con gusto y tiene una voz fresca y con cuerpo. Pudo apreciarse cierto desequilibrio al tener que batallar con tres voces más anchas que la suya, pero supo imponerse en esos momentos en que hay que hacerse escuchar por encima de la masa.
El Cor de la Generalitat se mostró como esa gran formación coral que es en la actualidad. Memorable el dúo a capella con el bajo en Eja Mater, así como la impresionante fuga final por citar dos momentos para recordar. La formación puede presumir de una homogeneidad y empaste asombroso en toda la variedad de dinámicas de las que esta pieza hace gala.
Igualmente excelente una orquesta, que aquí puede parecer que ocupa un papel un tanto secundario, y que estuvo muy atenta a las indicaciones del maestro en los matices que demandó y a la hora de acompañar a unos solistas con pocos ensayos.
El público braveó a todos los comparecientes por una velada en la que primó, ante todo, la calidad en la ejecución de una obra que fue estrenada en Madrid en el año 1833, puesto que fue un encargo del archidiácono Fernández Varela en 1831, y que, por su belleza y accesibilidad, llama la atención que no aparezca en más ocasiones en el repertorio de los auditorios.