HOTEL DEL UNIVERSO

Se ha perdido un muerto

«Han dedicado mucho esfuerzo y dinero para recuperar los célebres huesos del pobre don Miguel de Cervantes Saavedra»

carlos marzal

Algunos asuntos deben ser tratados con máxima seriedad, para que podamos tomárnoslos en serio. De lo contrario, corremos el riesgo de caer en uno de esos limbos de inestabilidad moral a los que son tan propensos los países que no tienen la suerte de ser España.

La muerte es un asunto de importancia definitiva, o casi (valga, o casi, la redundancia), de manera que no me parece saludable lo que ha ocurrido en una importante ciudad andaluza, cuyo nombre omitiré: han perdido un muerto. Sí: un muerto identificado, con nombre y apellidos. Un muerto censado y bien sepultado: en su nicho, con su lápida, con sus flores y su leyenda. No me parece bien. No me parece serio.

Por lo común, la gente prefiere descansar, desde el fin de “sus” días, hasta el fin de “los” días, en un lugar concreto, para no tener que pasarse la eternidad dando vueltas por ahí, como si fuese un cómico de la legua espectral. La vida ya nos obliga a dar más tumbos de lo que deseamos, de ahí que muchos ciudadanos escojan una cierta seguridad con respecto al domicilio post mortem.

El asunto de la escatología inmobiliaria no constituye una frivolidad. El hecho de que nos puedan desahuciar en vida está muy feo, pero que además nos pueda suceder después de haber pasado por este valle de lágrimas resulta terrorífico. Que te exhume el ayuntamiento, a conciencia o por error, y que pierdan tus huesos entre el resto de la sobreabundante materia del universo no me parece una forma respetable de tratarnos. Para eso ya existen otras antiguas y tradicionales maneras del eterno reposo: la fosa común (más o menos anónima), o la dispersión de nuestras cenizas a los cuatro vientos, por mencionar dos sistemas conocidos.

Tengo la impresión de que las autoridades aspiran a hacer las cosas bien en asuntos –digamos- de urbanización funeraria. Por eso han dedicado mucho esfuerzo y dinero para recuperar los célebres huesos del pobre don Miguel de Cervantes Saavedra. Creo que se trata de una buena inversión cultural y turística el hecho de que exista una tumba concreta a la que puedan peregrinar los entusiastas del Quijote, para presentar sus respetos al inventor de la novela moderna, y que no tengan así que pasear su admiración por paisajes inconcretos de La Mancha, visitando tabernas de adscripción cervantina y comiendo calderetas y atascaburras votivos.

La muerte (al menos la española) debería ser un club solvente, regido con eficacia. Aunque las clases sociales no vayan a desaparecer en lo tocante al boato, se nos debería garantizar una cierta estabilidad residencial a los huéspedes de la cuarta edad. Si no sabemos dirigir la ultratumba, soy partidario de externalizarla. Pongámosla en manos de alguna empresa ceremoniosa y que cuide los detalles (alguna multinacional japonesa o norteamericana, por mencionar dos sociedades que aprecian los ritos). La calle no es un lugar para que vaguen los huesos de los españoles.

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