DEPORTE FEMENINO
Cristina Mayo: Fundamento del balonmano
Cristina Mayo, que reposa tras un carrera dilatada, es una leyenda del balonmano español, que desarrolló siempre con garra en la praxis y trasladó desde la base del conocimiento
Excelencia de los supuestos teóricos del deporte, de la enseñanza misma del balonmano, y de la praxis, del desarrollo completo de un método integral sobre las pistas, para alcanzar los mayores logros posibles. El de Cristina Mayo Santamaría es un nombre clave en los fundamentos del balonmano español. Pero además lo es como jugadora, como entrenadora y seleccionadora, como eje directivo, y, sobre todo, como generadora de un corpus académico base de este deporte. Pasión. Carácter. Incombustible en su lucha por sus jugadoras y su deporte, pero ante todo por el sentido justo de las cosas, aunque la vida le enseñó lecciones como la realidad de la injusticia o que en no pocas ocasiones «lo que sembramos no lo recogemos -en alusión a Ramón Cervera, figura esencial en los orígenes del Mar Valencia-». Una leyenda porque lo ganó todo en España y en Europa tanto en los tiempos de «bonanza» como en los que abofetearon económicamente el balonmano, como otros deportes, y por cómo lo hizo llevando y demostrando los supuestos teóricos a la práctica y al desarrollo de sus jugadoras.
Cristina Mayo no descubrió de fondo el balonmano hasta los diecinueve años cuando fue a estudiar al INEF de Madrid. Pero ella llegaba desde el mundo del baloncesto. Llegó a jugar en Primera división. Pero a través de Domingo Bárcenas y de Juan de Dios Román, y del movimiento alrededor del balonmano que se desarrolló desde el Atlético de Madrid, conoció el mundo del deporte que luego ya sería suyo. «En aquella época, las chicas que valíamos para el deporte, valíamos para cualquier deporte. El cambio no se notó en exceso. A los dos años ya era internacional», recuerda.
Pero esas puertas se abrieron desde las aulas, desde el academicismo, desde el análisis tranquilo y la teorización. «El que más me influyó fue Domingo Bárcenas. Fue el padre el balonmano español. Aunque tenía mucho carácter nunca perdía el sentido del humor y nunca perdía de vista que aquello era un juego. Tenía la habilidad de no perder la mirada de un jugador bajo ninguna circunstancia. A Juan de Dios lo tuve como profesor y de él me llamó la atención la capacidad analítica y de ordenar y transmitir con claridad sobre algo de lo que no había en ese momento una academia de conocimiento», cuenta.
Ella, profesora de la Facultad de Ciencias del Deporte en la Universidad de Valencia, licenciada en Psicología, y entrenadora -maestra desde los banquillos-, dejó su legado tras una carrera dilatada: «Volví a teorizar sobre la enseñanza del balonmano. El objetivo era demostrar que la práctica de este deporte tiene un fundamento teórico. En la pista, pretendí que el trabajo estuviese regido por las influencias que tenía del entrenamiento integrado, en el que el tiempo es poco y los ejercicios tienen que tener el máximo de riqueza física, técnica y táctica, y por la transmisión a las jugadoras de lo que era significativo. Quise que entendiesen y desarrollasen que la idea de juego de mi balonmano tenía nexo absoluto entre los entrenamientos y lo que queríamos en los partidos».
Mayo significa que procuró dotar a sus jugadoras de las herramientas necesarias para solventar luego cualquier situación de partido. Esta forma de entrenar y competir venía acompañada de un trabajo por hacer de las jugadoras deportistas integrales, de modo que también supiesen cuidarse, alimentarse, descansar, estar sanas en todos los sentidos: «Para mí, la deportista de alto nivel no era una mujer que iba a trabajar tres o cuatro horas diarias a una pista, sino que era una mujer que estaba comprometida con su rendimiento, quería mejorar e intentar dentro de lo posible ser la mejor. Y había que dar las herramientas para ello. Yo intenté dárselo. Y desde luego ellas fueron ejemplares».
Su método, desarrollado luego con el tiempo por otros, es evidente que dio éxitos. Junto a Ramón Cervera -«de él aprendí muchísimo; todo. No tengo palabras para explicar lo que significó para mí y para el balonmano y este club»-, desde Íber Valencia y luego Mar Valencia -y sus diversas nomenclaturas, siendo la más laureada el Osito L’Eliana- dominó de forma incontestable en liga y copa nacionales y se coronó en 1997 con la Copa de Europa ganada al Viborg -alcanzó otras dos finales de Champions-.
La generosidad de sus jugadoras
Reconoce que tuvo siempre un carácter especial. Fuerte. La garra, el vaciarse, el darlo todo, la lucha, los valores siempre estuvieron por encima de todo. «Soy una persona muy apasionada, pero también sentimental, muy perceptiva. Aunque las apreté, y algunas veces hasta lo injusto para seguir rindiendo en un partido complicado, en ese momento en el que ya empieza a doler la lesión..., aunque haya apretado mucho, me gustaría decirle a las jugadoras que lo he visto. Lo vi. Siempre vi el esfuerzo sobrehumano que hicieron por la victoria. Lo vi. Pero tengo una personalidad por la que me ha costado reconocer esas cosas -en el momento-, me ha costado muchísimo. Pero sí he tenido la capacidad de reconocer luego su generosidad», relata.
«Todo lo conseguido hubiese sido imposible sin ellas. No es falsa humildad, siempre me consideré una más, pero tuve que realizar un rol como timonel del barco», asegura, al tiempo que considera que lo que el balonmano le ha dado a ella es que «ellas -todas sus jugadoras- me han dado la obligación de en lo que me quede de vida intentar ser paciente, al menos tanto como ellas lo fueron conmigo» y la satisfacción de que «casi todas las jugadoras que pasaron por mis equipos, con ese trabajo que hicimos, fueron mejores; en muchos caso llegaban crías y salían internacionales».
Ya hace camino de tres años que dejó los banquillos. También las aulas. Relajada ahora, en un vivir y disfrutar del día a día y de las oportunidades que le ofrezca la vida «para ser mejor persona», desarrolla una de sus grandes pasiones, que es la horticultura, y la búsqueda de momentos de tranquilidad y silencio, pero también de buenas compañías y el reencuentro con amistades.
Lamenta la difícil situación del balonmano, como de otros deportes y de la gran mayoría de los ámbitos en España. Una situación de indignación que ella ya conocía, pero de la que entendió que siempre hay fuerzas para levantarse. Y señala directamente a la clase política o a las grandes fortunas que dieron la espalda cuando debieron estar ahí. Respecto a la involución estructural del balonmano femenino subraya que «he visto directamente esa injusticia. Costó tanto llegar, es tan difícil llegar, y es tan fácil dinamitar. En dos, tres cuatro años, se dinamitó todo lo que se había construido en veinte. Fuimos la primera potencia por clubes; ahora somos la quinta por la selección».