fil de vint
«Ponte en la foto, Alberto»
Aquellos que trabajan día a día junto al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, destacan siempre de su carácter, como una de sus principales virtudes para ejercer el cargo, el temple con el que afronta las situaciones más complicadas. Que no han sido pocas durante esta legislatura. Incluso las desagradables desde el punto de vista personal. A riesgo de que ese temple sea confundido por algunos (los que no están tan cerca del jefe del Consell) con indiferencia o apocamiento, no tengo más remedio que darles la razón.
No me imagino a Eduardo Zaplana o Francisco Camps soportando estoicamente el pim-pam-pum al que, con un alarmante desconocimiento -peor sería creer que es una decisión consciente- de la estrategia política, lo viene sometiendo desde hace meses la dirección nacional de su partido en la calle Génova de Madrid. La misma que lo eligió para sustituir a Camps tras su dimisión, poco después de lograr la mayoría absoluta más amplia de la historia en 2011. Elaboran encuestas de conocimiento y valoración en la que lo miden a otros posibles candidatos, confirman públicamente en rueda de prensa su elaboración, no pierden ocasión de decir que tienen «mucho donde elegir» para encabezar la lista autonómica, ponen nombres y nombres sobre la mesa...
Y se resisten a confirmarlo como candidato. Iba a ser en enero, luego se dejó para febrero, y ahora parece que podríamos irnos a marzo (teniendo en cuenta que las elecciones son solo dos meses después). Una cuestión que, tras el debate generado en torno a su persona, y con la oposición interna que se ha granjeado -quizá no cuantitativa, pero sí muy cualitativa-, no puede saldarse con un «no hay ningún candidato confirmado». Algo que además ha dejado de ser cierto, tras la ratificación de Monago en Extremadura y Moreno en Andalucía. Si Fabra va a ser, como todo parece indicar, el candidato, debería haber sido de los primeros en ser designado. Porque ni Zaplana ni Camps vieron nunca cuestionada su continuidad, como sucede en este caso. Su designación se produjo de forma natural, una posibilidad que en el caso de Fabra se ha esfumado. Y Génova tiene mucho que ver en ello.
Por eso la visita de Mariano Rajoy a la factoría de Ford el pasado jueves, y el posterior almuerzo con el pleno de la Asociación Valenciana de Empresarios, generó tanta expectación y lecturas políticas en los medios valencianos. Un vistazo a las portadas del día siguiente constataba que todos, sin excepción, habíamos analizado al detalle el metalenguaje de los gestos entre el presidente del Gobierno y el de la Generalitat. Con especial atención a la foto, elevada a la categoría de prueba definitiva desde la época de Alfonso Guerra.
Al igual que en su día se destacó cómo Rajoy intentaba evitar a la exalcaldesa Sonia Castedo en la inauguración del AVE a Alicante o el más reciente congreso de la Empresa Familiar, en Almussafes sucedió lo contrario. Fue el presidente del Gobierno quien buscó al de la Generalitat para que saliese en la foto junto a él. Un gesto que en otras circunstancias ni siquiera se habría considerado tal, pues entra dentro de la lógica que la máxima autoridad autonómica se ponga junto a la estatal. Pero que en el actual contexto cobra un enorme significado, como la complicidad exhibida por Rajoy y Fabra durante toda la jornada. Y que sabe a desagravio.
Estoy convencido de que Fabra terminará siendo el candidato del PPCV a la Generalitat. Sobre todo porque ahora mismo lo respalda una intención de voto mayor que la que disfruta el propio Rajoy. Precisamente por eso cabe preguntarse si realmente era necesario someterlo a tan insensato desgaste.
dmartinezjorda@abc.es