Una campaña de «espenta»

La llegada de Miguel Valor a la Alcaldía de Alicante ha dejado a más de uno descolocado. En uno y otro lado. Sobre todo en el propio. Acostumbrados como estaban (estábamos) al «modelo Castedo» -que a mi, desde el plano mediático, me encantaba-, prolongación amplificada del estilo que ya puso de moda en su día Luis Díaz Alperi, el alcoyano supone una ruptura total con el pasado reciente, y no tanto, en la planta cuarta del Consistorio. Y, por ende, como referente municipal del PP alicantino.

En quince días, Génova ha recibido tres inputs inapelables sobre su nuevo alcalde en la capital de la cuarta provincia de España. Uno: la oposición -excepto EU, claro- lo aprecia. Dos: no ha dudado en anular la prórroga automática de una contrata millonaria a Enrique Ortiz, imputado en «Brugal» junto a Castedo . Tres: ha dejado sin competencias a su concejal de Hacienda tan pronto conoció la sentencia que lo inahibitaba por el Caso Lucentum.

Tras tres legislaturas con Alperi y casi dos con Castedo, las formas -y también el fondo- de Valor suponen, como digo, un soplo de aire fresco. Hasta tal punto que en Madrid ya hay quien ha empezado a plantearse la conveniencia de usarlo como candidato. No para acabar la legislatura (Valor tiene sobradamente cumplida la edad de jubilación en el sector privado), sino como paraguas de un «número dos» que sería el auténtico encargado de acometer, meses después de las elecciones, la renovación generacional pendiente. El mismo esquema Alperi-Castedo de 2008, vaya.

La operación, descontando que el mismo Valor ha dicho que se quiere «jubilar» en mayo -y el hecho de que Fabra lo eligió como sustituto de Castedo precisamente por este motivo-, presenta otro grave inconveniente para el PP. El alcalde de Alicante, y él mismo lo reconoce sin ruborizarse, no es un político. Es un magnífico gestor, sin duda -ahí está su trayectoria en el ámbito cultural-, y ha dado muestras sobradas de ser más inteligente que la media de la corporación municipal alicantina. Pero no parece el más indicado para capitanear una campaña que debe ser necesariamente de «espenta».

En el escenario actual, el PP va a tener que batirse el cobre y pelear voto a voto para mantener la Alcaldía de Alicante. Es cierto que tiene mucho ganado, porque incluso en el peor momento de Castedo las encuestas -¡del PSOE!- lo dejaban rozando la mayoría absoluta. Pero los populares tienen la necesidad de recuperar la confianza de los suyos y volver a ilusionarlos. Con una propuesta que suponga romper definitivamente con la etapa precedente y volver a empezar. Eso es lo que siempre ha querido Génova, y por eso hasta la irrupción de Miguel Valor se buscaba al relevo de Castedo fuera del Ayuntamiento. Esa premisa, que es la que ha descabalgado -parece que de forma definitiva- a los dos primeros nombres que se postularon como eventuales candidatos -la consellera Asunción Sánchez Zaplana y el concejal Carlos Castillo- sigue valiendo para Miguel Valor.

En este contexto, ha comenzado a sonar con fuerza el nombre del director de la Cámara de Comercio, Carlos Mazón, alejado de la política en los últimos años pero buen conocedor de las teclas que hay que pulsar para que una campaña electoral tenga éxito. Mazón es visto con buenos ojos en sectores del PP tanto en Madrid como en Valencia, aunque aún debe vencer ciertas resistencias en su propio partido en Alicante. Cuenta también con el aval de la clase empresarial alicantina. Y tiene «espenta» para rato.

Valor, Mazón o quizá un tercero. La decisión final -aún por tomar, merced a los consabidos «tiempos» de Génova- depende del perfil de candidato (y de potencial alcalde) que el PP quiera ofrecer a los alicantinos.

dmartinezjorda@abc.es