fil de vint
Aeropuertos sin aviones
Cuando lean estas líneas, es posible que el aeropuerto de Castellón haya recibido -o visto despegar- ya su primer avión. En cualquier caso, es solo cuestión de horas. Como desveló este periódico el pasado jueves, si no hay otro operador privado que lo haga antes, el Villarreal C.F. se convertirá en el primer cliente (y además, habitual) de la terminal.
Nos ha costado tres años y medio largos, pero por fin el aeropuerto de Castellón va a ser noticia por lo que siempre tuvo que serlo: por convertirse en un elemento de dinamización de la provincia del norte de la Comunidad. Porque la próxima Semana Santa operarán al menos dos compañías comerciales con rutas periódicas para traer turistas europeos a la Costa Azahar. Y no serán más porque Lavalin y la Diputación de Castellón han preferido dejar para el final la negociación con Ryanair, para evitar que su política de expansión reste atractivo a la terminal para otras aerolíneas de bajo coste menos «agresivas».
Entre tanto, hemos tenido que soportar, como decía, tres años y tres cuartos de año de chanzas y pitorreo por parte, en primer lugar -y eso es lo auténticamente lamentable- de la izquierda que aspira a gobernar esta Comunidad a partir de 2015, y en segundo lugar, de sus terminales mediáticas, aquí y en el resto de España. Quizá cuando el primer vuelo chárter tome tierra en Castellón todos ellos convengan en rebautizar como «aeropuerto sin aviones» al aeródromo de Ciudad Real y hagan los chistes sobre la terminal castellano-manchega. Aunque siendo realistas lo más probable es que eso no suceda nunca, porque ese aeropuerto sin aviones lo construyó una Administración gobernada (entonces) por el PSOE. Y porque la izquierda castellano-manchega lleva a gala una defensa de su territorio de la que adolecen desde los años noventa sus correligionarios valencianos.
Porque lo cierto es que el aeropuerto de Castellón costó 150 millones, frente a los 1.100 de Ciudad Real. Y que en el nuestro ha entrado un operador privado que no es precisamente un advenedizo en el sector, mientras el castellano-manchego se ha subastado tres veces sin que nadie se interesase por él, hasta el punto de que el primero que llegue podría hacerse con la infraestructura por solo 60 millones. Y que mientras el aeropuerto castellonense ha suscitado el interés de diversas aerolíneas comerciales, conscientes de que la terminal está a un cuarto de hora por carretera de Peñíscola u Oropesa del Mar, el de Ciudad Real (que está a un cuarto de hora por carretera de ninguna parte) solo ha merecido la atención del cineasta manchego Pedro Almodóvar para rodar «Los amantes pasajeros».
Porque lo cierto es que la de Castellón era la única provincia litoral de toda España que no tenía aeropuerto, y que los turistas internacionales tenían que aterrizar en Valencia o en Reus. Una anomalía que por fin se va a corregir.
En realidad, el único error (y, es cierto, de bulto) que se cometió en todo el proceso para dotar a Castellón de un aeropuerto fue político, al inaugurarlo antes de que pudiese ser operativo, a escasas semanas de unas elecciones autonómicas.
Por ello, hay que alabar el discreto papel que ha sabido adoptar en los últimos compases del proceso el actual presidente de la Diputación de Castellón, Javier Moliner, que se ha apartado voluntariamente de la presentación en sociedad de la terminal, ya operativa, para negociar entre bambalinas con las aerolíneas que tienen que traer a esos turistas, e invertir en infraestructuras para mejorar las conexiones por carretera del aeropuerto de Castellón con la costa y con el interior, para hacerlo, si cabe, más atractivo y contribuir a que sea una auténtica palanca de dinamización para su provincia.
dmartinezjorda@abc.es