FIL DE VINT
Entre tú y yo todo se podría
«El listón no puede ser no tener corruptos, sino cómo se actúa cuando se detectan»
Circula por ahí hace un tiempo un juego de palabras (tramposo en la conjugación) que dice algo así: «Una vez pensé que entre tú y yo todo se podría. Y efectivamente, todo se pudrió». No se quién lo parió, pero lo aprendí hace unos días en la voz de mi madre. Evidentemente, el autor del chiste habla de desamor. Yo, en cambio, lo traigo a colación -a estas alturas seguro que ya lo sospechaban- para hablar de Podemos.
El éxito de Pablo Iglesias estriba en que, proponiendo una batería de medidas -muchas de ellas, por no decir la mayoría, de difícil aplicación, pero eso ya lo saben, él y ustedes- que podría firmar perfectamente Izquierda Unida, ha aglutinado una intención de voto que los comunistas «clásicos» no pudieron llegar a soñar ni en los mejores tiempos de Julio Anguita. Y la principal explicación es que ha logrado situar en el imaginario de un electorado desbordado y hastiado por las corruptelas de sus políticos «clásicos» la dicotomía Podemos-Corrupción. Es decir, los únicos políticos que no solo no son políticos (o eso dicen), sino que encima son honrados, son los de Podemos. Y por eso gente que nunca votaría comunista, está dispuesta ahora a entregarles su confianza.
Pero si son de los que están pensando ahora mismo que «todo se podría», llegará un día en que, si Iglesias y los suyos han tenido ocasión de tocar poder, tendrán que convenir en que «todo se pudrió». Me explico: el PSOE (todos los PSOE) está plagado de casos de corrupción. El PP (todos los PP) también. ¿Qué decir de CiU? Y hasta Izquierda Unida, que solo ha gobernado un puñado de ayuntamientos y alguna autonomía en coalición, tiene los suyos.
Si a Podemos no le ha estallado todavía ningún caso de corrupción es, sencillamente, porque no gobiernan, y no pueden ser corrompidos. El propio Iglesias lo sabe, y eso explica que no quiera presentar su marca a las elecciones municipales. No sea que le salga el primer caso de corrupción en sus filas y se quede sin discurso para las generales.
La corrupción no está en los partidos, sino en las personas que los forman. No en todas, claro, la mayoría de políticos -e insisto en ello una vez más, a pesar de que en las dos últimas semanas en la Comunidad salgamos a imputado por día- son honrados. Como lo son la mayoría de los periodistas, de los cirujanos, de los mecánicos, de los fontaneros, de los funcionarios... El peso específico de la corrupción en la política no es superior al que podamos encontrar en cualquier otra parcela profesional o vital. El agravante en su caso, eso sí, es que manejan dinero público.
Pedir (o aceptar) la factura sin IVA es corrupción. Echar mano de un cuñado que trabaja en Tráfico para que anule una multa de aparcamiento es corrupción. Ocultar ingresos o hinchar gastos en la declaración del IRPF es corrupción. Copiar en un examen también es corrupción. Pongan a una persona que en su vida privada haya desarrollado algunas o todas esas prácticas a dirigir un Ministerio o una Conselleria, a ver qué pasa.
De acuerdo, en la esfera política -y máxime con la crisis y sus duras consecuencias para muchas personas- esos comportamientos son absolutamente escandalosos. Pero no son exclusivos de los políticos. El problema es de base, y solo se puede solucionar desde la educación de los jóvenes y la concienciación de los adultos. No se trata de justificar la corrupción, sino de aceptar que ha sido algo inherente a nuestra forma de entender la vida, y trabajar para ponerle remedio.
Y mientras, el listón para los partidos no puede estar en no tener corruptos (porque llegará el día en que hasta Podemos los tendrá), sino en cómo actúan cuando los detectan.
dmartinezjorda@abc.es