entrevista
Font de Mora: «La democracia se enriquece con debate, no con gritos callejeros»
Las próximas elecciones deben ser de «reflexión, no de indignación»; le gustaría que el PSOE fuera «socialdemócrata más que revolucionario»
Político experimentado y de amplia visión social, Alejandro Font de Mora (Villarreal, 1949) afronta una nueva etapa al frente de las Cortes previa a las elecciones autonómicas y locales en las que otorga opciones de seguir gobernando al PPCV.
—¿Cómo ha sido su llegada al cargo en un momento tan complicado?
—Después de 20 años en las Cortes ha sido un aterrizaje suave, aunque se tiene la sensación de mayor responsabilidad y visibilidad. La crispación viene motivada por el periodo preelectoral y por los cambios en los modos de estar en política. Antes importaba mucho la palabra y ahora se fijan más en los gestos y expresiones teatrales.
—¿Es difícil controlar el plenario?
—Sí, se complica. Lo que más interesa a la Cámara es que la palabra se ejerza con respeto de los demás, si no tenemos un lío. Me gustaría pasar desapercibido, no sé si será posible. Entiendo los desahogos de la actividad parlamentaria porque aquí se viene a discutir y debatir y uno se puede apasionar. Lo que no permitiré es que haya una sistemática obstrucción a la respuesta por parte de grupos que utilizan esta argucia. Tampoco pasaré las ofensas personales e insultos. Estamos acostumbrados a programas de televisión de baja estofa donde se grita, no se respetan los turnos, pero el Parlamento no debe descender a eso.
—¿La reforma reglamentaria es su gran reto?
—Sin duda, los ciudadanos están acostumbrados a acceder a todo y también deben hacerlo a sus representantes a través de una nueva comisión o ampliando las competencias de la de Peticiones. Hemos de permitir que venga más la gente porque si no vienen están más en la calle. La democracia se enriquece con los debates parlamentarios, no con los gritos callejeros.
—¿La oposición la apoyará?
—Parece que sí. Más difícil es la reforma estatutaria porque la proximidad electoral impide el acuerdo.
—¿Qué futuro le augura al PPCV en las elecciones?
—El resultado de las urnas no siempre responde a lo esperado por todos. Hay que ser muy cautos pero es cierto que los sondeos dan una pérdida de apoyo para el PPCV y también le atribuyen un sólido suelo de más del 30%. Hay que aislar a la corrupción. La realidad ha anulado las críticas que se hicieron contra Alberto Fabra por sus decisiones. Ahora todos son de la línea de Fabra, en Madrid, en Cataluña... Se ha adelantado a su tiempo y la línea roja que aplicaba a los cargos públicos cuando eran imputados, algunos en otras latitudes, en Madrid sin ir más lejos, la han convertido en ultravioleta porque la suspensión se produce en la detención. Si perseveramos en ello y la economía mejora podemos tener un resultado para gobernar.
—Habla de línea ultravioleta del PP nacional. ¿Qué color aplica Ximo Puig en el caso de José Manuel Orengo?
—Rosa desteñido y cobarde, políticamente hablando, porque Puig no tiene valor de tomar decisiones por temor a que socaven su poder orgánico.
—Pedro Sánchez visitó Valencia el pasado miércoles para mantener viva la idea de que la Comunidad Valenciana es un icono de la corrupción...
—El problema de los socialistas es que quieren ser a la vez Caperucita y el Lobo. Pretenden la impunidad total para sus líderes nacionales como Griñán o Chaves y exigen la actuación inmediata a los demás. Si comparamos lo que ha sucedido con la implicación sistémica del Gobierno y el PSOE andaluz, con lo que ha sucedido con el Gobierno y el PP valenciano, verá que aquí ha habido casos lamentables y puntuales (con gran componente mediático e injusto, como el caso del presidente Camps). Allí ha habido un mecanismo organizado desde las áreas de poder a través de los ERE, al igual que en el caso de los Pujol en Cataluña, o en Madrid. Por lo que pasaba en esas comunidades a algunos les interesa que el foco se ponga en Valencia. Lo que es imperdonable es que el PSPV contribuya a esa visión.
—Todo este marasmo de corrupción hace crecer a Podemos.
—No es tan importante Podemos como el desencanto social, que es un fenómeno mundial. Después de años de crecimiento europeo y de asentamiento de la democracia liberal como fenómeno universal de bienestar y una vida política sana ha llegado una crisis económica y sus consecuencias se dejan notar. Hemos construido las bases de un sistema social muy avanzado. En España tenemos uno de los mejores sistemas de salud y gratuito. Mire lo que tuvieron que pagar los enfermos de ébola en Estados Unidos y la gratuidad en la atención a Teresa Romero, que se curó. Tenemos un buen sistema educativo, con problemas de eficiencia, pero que atiende a la población, al igual que la atención social a cargo de la Adminstración. Todo gracias al sistema que ahora se denosta. Debemos valorar la importancia de que eso se rompa con aventuras extremistas. Recuerdo a Silvio Berlusconi en Italia, la ultraderecha de Le Pen en Francia o la ultraizaquierda ahora en España.
—¿Qué opina de las propuestas políticas de Pablo Iglesias?
—Esa fuerza que acecha ¿qué propone? El control social de los medios de comunicación: eso significa que en esta entrevista entre usted, el fotógrafo y yo habría una persona delegada de no sabemos quién para saber qué decimos... También pide nacionalizar el sector agroalimentario. O sea que se pueda entrar el carrito en Mercadona y llenarlo sin pagar como en Andalucía. O la apertura total de las fronteras: cómo podríamos soportar ese índice de inmigración, qué pasaría con el sistema de salud. A mí no me engaña.
—¿Y qué papel jugará el PSOE?
—Me gustaría que fuera el de la socialdemocracia que en España no existe, como sí sucede en Alemania. No hace falta que PP y PSOE gobiernen juntos pero sí que tengan un papel de respeto institucional. Felipe González casi lo logra, pero ahora están escorados a la izquierda. En los años 30 en la rambla de Barcelona se veía a Largo Caballero junto a las imágenes de Marx y Lenin. Hoy siguen alineados con la revolución. Ximo Puig tiene ese pensamiento de que desaparezca el PP. Y si desaparecemos, las cuestiones económicas y sociales que están naciendo y brotando serán trituradas por un multipartito que no es garantía de nada.
—¿Es partidario de cambiar líderes a seis meses de las elecciones?
—No. He participado en decenas de elecciones y a estas alturas el cambio de liderazgo no es bueno. Además, Fabra está haciéndose con un acervo que va a ser positivo. Lo único que se necesitaría es que alguien del Gobierno reparara en la absoluta importancia de la Comunidad Valenciana para el proyecto del PP a nivel nacional.
—¿No se ha hecho hasta la fecha?
—No parece.
—¿Escisiones como Vox o traslado de votantes a Ciudadanos o UPyD obligan al PP a resituarse?
—Existieran o no esos movimientos hay que transformarse porque el PP presenta signos de rigidez. Entre evolución y revolución hay una «r» de diferencia, que son las reformas. El sistema de elección de liderazgos del pasado es piramidal y mejorable, y se lo dice un militante de base. Nunca he querido formar parte de los órganos de dirección.
—¿Qué va a aportar al programa electoral de mayo?
—Voy a darlo todo por esta idea porque la plasmación de la unión del centro-derecha es un beneficio de tal magnitud que no puede ignorarse. Su división solo conduciría al predominio de la izquierda que ha traído más problemas de los que soluciona. Las próximas elecciones deben ser las de la reflexión, no las de la indignación.
—¿Ha habido una buena gestión por parte de Mariano Rajoy?
—Al PP se le pidió que frenara la destrucción de empleo y empezara a generarlo, que hubiera confianza internacional y que fluyera el crédito, no que Rajoy se transformara en un actor de Hollywood . Y está cumpliendo, aunque no al ritmo deseable por la crudeza de la crisis económica.
—¿Qué futuro va a tener en el PP?
—Hablé con el presidente Alberto Fabra y el presidente provincial, Javier Moliner, de que me gustaría seguir en el Parlamento, no en cargos de gestión. Tanto si gana el PP como si no creo que podría aportar experiencia y serenidad, que se va a necesitar.