ciudad real
El parricida de Almadén confiesa que el día de los crímenes solo veía demonios
Kevin Romero, de 19 años, relató algunos episodios de la tarde del 22 de noviembre de 2013 que ha recordado gracias a la ayuda de los psiquiatras
Kevin Romero, el joven de 19 años de edad que el 22 de noviembre de 2013 degolló a su madre e intentó acabar con la vida de su padre después de haber matado a su perro, aseguró ayer que cometió los crímenes porque solo veía demonios que querían matarle a él.
Durante su declaración en el juicio que se celebra hasta hoy en la Audiencia Provincial, este almadenense, que desde el día de los hechos está internado en un centro psiquiátrico, explicó algunos de los episodios que ocurrieron aquella tarde entre las 18.30 y las 23.30 horas y que ha recordado durante estos meses gracias a la ayuda de los psiquiatras que le atienden, ya que en sus primeras declaraciones afirmó no acordarse de nada.
Tomó cocaína
Kevin explicó que aquella tarde regresó de Madrid, donde había estado trabajando toda la semana, y que lo primero que hizo fue salir de su casa para comprar droga y cuando regresó al domicilio -concretamente a su dormitorio donde se encerró con el perro- tomó «bastante» cocaína. «Saqué al perro afuera y le maté, era un demonio; ese perro era un demonio, me mordía y tenía los ojos negros», explicó al Tribunal durante el interrogatorio de la fiscal. Después, volvió a su domicilio y volvió a consumir droga.
En su relato de los hechos, el joven reconoció que mató a su madre : «me abalancé sobre ella creyendo que era un demonio. La veía con la cara alargada, nariz puntiaguda, me daba zarpazos y tenía los brazos negros; creía que iba a matarme a mí», aseguró.
«Yo no veía la imagen de mi madre, veía a un demonio», reiteró. Por eso, reconoció que golpeó el cristal de la mesa y con un fragmento le cortó el cuello. Kevin, sin embargo, no recuerda haber tirado un trozo de carne por la escalera ni haber movido el cadáver de su madre, pero sí que en ese momento llegó su padre. «Salí corriendo detrás de él porque era otro demonio, tenía la cara alargada y los pómulos hinchados», manifestó.
En este momento del relato, cuando intentó acabar con la vida de su padre en la calle, Kevin confesó ayer que no es capaz de recordar si había alguien más, ni cómo iba vestido, ni tampoco que subiera a un coche y que finalmente fuera detenido por la Policía. Solo que se lavó con agua en la fuente de la Plaza del Corcho, cercana a su domicilio, y que «andaba por la manzana, andaba y andaba sin rumbo fijo».
Kevin Romero, para el que el Ministerio Fiscal pide 25 años y 9 meses de ingreso psiquiátrico por los delitos de asesinato, homicidio en grado de tentativa y maltrato a animales domésticos, aseguró, a preguntas de su abogado, que antes de «agredir a los demonios» rezó.
En la sesión judicial de ayer declararon como testigos los agentes de la Policía Judicial que instruyeron el atestado y varios vecinos que presenciaron distintos capítulos de lo ocurrido aquel día. El padre del procesado utilizó su derecho a no testificar en contra de su hijo.
Todos los testigos que vieron a Kevin aquella tarde coincidieron en señalar que «estaba raro». Para su compañero de trabajo, Rubén O., que le recogió en su vehículo tras encontrarle deambulando semidesnudo y ensangrentado y al que confesó que había matado a su madre, el joven «estaba tranquilo, como ausente». Este joven, que fue a quien pidió que le llevara a la Guardia Civil y que finalmente lo trasladó a su casa porque tanto el Cuartel como la Policía Local estaban cerrados, dijo que parecía «como si no supiera lo que estaba pasando».
«No era persona»
El vecino que auxilió al padre en la calle, Miguel R., y que declaró por videoconferencia, testificó que Kevin «estaba descompuesto, que no era persona», que ese día «no estaba normal» porque siempre había sido un chico que no se metía con nadie ni buscaba pelea. «A mí me ordenó que matara a su padre, me dijo: te ordeno que le mates», explicó.
Prestó declaración ayer también la mujer que llamó a la Policía tras presenciar cómo Kevin mataba a su perro con una «violencia inaudita». «Le pegaba puñetazos y patadas, le sacó la lengua y trozos de carne -narró- me dio miedo y llamé a la Policía Local».
Esta testigo aseguró que desde el segundo piso donde está su vivienda oía a Kevin «respirar muy fuerte» y que le vio coger el cadáver del animal y tirarlo a un contenedor. Rosa B., que es vecina de la abuela paterna del acusado, aseguró que no conoció al joven y que fue posteriormente cuando otra vecina le dijo de quién era nieto.
Por último, testificó el matrimonio que vive en el mismo rellano que la familia Romero. Fue precisamente la mujer, Vicenta, la que protagonizó uno de los momentos más duros de la sesión ya que pidió a la jueza permiso para poder besar al acusado tras terminar de declarar.
Esta vecina, que aseguró que había tenido «mucho roce» con Kevin, le calificó como un niño «pacífico» que «nunca había dado una voz más alta que otra» y relató cómo aquella noche Esteban, el padre del acusado, había llamado a su puerta pidiendo ayuda.
Vicenta explicó que no podía creerse lo que le estaba diciendo su vecino y que cuando entró a la vivienda se encontró el cadáver de su vecina: «estaba tendida en el suelo, pero no la reconocí», dijo.
Finalmente, se practicaron las pruebas periciales con el testimonio de los agentes de Policía Judicial que realizaron la inspección técnico ocular del escenario principal y que ratificaron que en los hechos «se había empleado suma y extrema violencia».
El juicio continúa hoy con la declaración de los forenses y de los agentes de Policía Local que participaron en la detención del joven.