no somos nadie

Fuego amigo

antonio piedra

Julio Villarrubia dijo adiós a la política el viernes, y ayer mismo le dedicó el ABC de Castilla y León una merecida página. Y aquí va hoy mi pequeña contribución en esta columna donde otras veces -y perdóneme usted don Julio-, fui tan crítico con el político socialista, y con el que, por cierto, sólo he hablado en una ocasión. Una. Aclaremos las cosas. A esta decisión no ha llegado el político palentino ni por gusto ni porque aspire a otro cargo. El fuego amigo que se reparte desde Madrid lo ha triturado con esa elegancia fratricida que caracteriza a los sanchistas, y que en Palencia, siguiendo el refrán castellano, lo llaman sin más apelativos ajuste de cuentas: el amigo que no presta y el cuchillo que no corta, que se pierda poco importa.

Como Villarrubia llevaba mucho tiempo que no se prestaba a los manejos simplificadores de Ferraz, y como en su cabeza clásica y ciceroniana -y lo digo porque tiene un busto templado y le asiste el derecho como profesión- tampoco caben las conjuras con daga florentina. Pues nada. Aquí lo tenemos de vuelta en casa como un clínex de la política: porque, ay, ya no importa. Claro que importa, y mucho. En política sólo hay dos formas de liquidar a alguien con valores: por las bravas o por las bravísimas. A Villarrubia lo han despedido por las bravísimas: alguien en Madrid ha pensado que era una especie de enemigo o un instrumento del enemigo, que no se sabe qué es peor. Irresistible purga interna .

Pero nada más lejos de la filosofía y de los hechos de este socialista a carta cabal. Cuando Óscar López repartía en Ferraz fuego, metralla, consignas, y cargos -parece que fue hace un siglo, pero en realidad sobran algún dedo de la mano para echar las cuentas-, empezó Villarrubia con sus problemas de conciencia. López, que era todo en todas partes -cabeza de ratón, cola de león, y panza de buey-, jamás pretendió la bicefalia con Villarrubia sino el poder absoluto. Lógico. Un poderoso con tronío sólo permite administrados de tercera categoría en la sucesión del cotarro. Es lo más parecido a un independentista: nunca es poco ni suficiente.

Los sapos que tuvo que tragarse Villarrubia, con admirable paciencia y fidelidad a su partido , fueron innúmeros como las estrellas ambiciosas de López. Tras su defenestración como Secretario general de Castilla y León, nada ha sido igual en la política socialista en esta Comunidad, por mucho que ayer reconociera Tudanca que «ha hecho grandes cosas». Coño, pues deja que siga haciéndolas. Ya, pero esto es harina de otro costal. Lo cierto es que la figura de Julio Villarrubia ha ido ganando coherencia, humanidad y respeto. Y tanto. Cuando le propusieron el Senado, ya era tardísimo: «yo no mercadeo con cargos públicos ni me arrodillo ante nadie». Chapeau, don Julio . Ya no se ven políticos así a la luz del día.

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