Abandono escolar temprano

El 60% de padres y docentes cree que podía haber hecho más para evitar el fracaso

Los profesores constatan la falta de apoyo «real» de las familias

El 60% de padres y docentes cree que podía haber hecho más para evitar el fracaso F. H.

A. B. Hernández

Es un enorme y complejo problema del sistema educativo, pero sobre todo es un problema social. El abandono temprano de la formación deja tras de sí un reguero de jóvenes condenados a la semimarginalidad . Su concepto se refiere al porcentaje de ciudadanos de entre los 18 y 24 años que no ha alcanzado una titulación de enseñanza secundaria superior y se encuentran fuera del sistema educativo o de formación. En Castilla y León este colectivo alcanza al 18%, por debajo de la media nacional, que frisa el 22%. Su estudio ha sido abordado en profundidad en un trabajo de la Consejería de Educación llevado a cabo por las Universidades de Alcalá y Valladolid con María Luz Martínez Seijo como coordinadora general. La radiografía no es sencilla.

El perfil de estos jóvenes muestra una cara mayoritariamente masculina que sufre especialmente el desempleo (más del 70%) y que cuando trabaja lo hace en condiciones precarias, sin contrato o con un salario menor de 600 euros. Ocho de cada diez abandonaron sus estudios en un instituto y en la red pública. Tres de cada cuatro se arrepienten y tienen en mente volver a un aula, aunque sus padres no lo ven tan claro. L desorientación es la nota dominante. No saben qué será de su futuro y una gran parte de ellos se conforma con «trabajar en lo que sea». La desmotivación sobrevuela la radiografía.

Con este panorama, el contexto familiar en el que se desenvuelven estos chavales desempeña un papel fundamental con revelaciones «desoladoras». La investigación, que cruza datos obtenidos de alumnos, padres y docentes, apunta a «las malas compañías, el absentismo o los fallos al llegar a Secundaria» como patrones globales, pero también subraya cómo los actores principales dedican menos de una hora diaria al estudio y carecen de un horario constante, a pesar de contar en casa con un lugar fijo. «Salir con los amigos, ver la televisión y practicar deportes son sus actividades más comunes» cuando aún están escolarizados. Ellos mismos analizan que esa desmotivación es, junto a la vagancia, la dificultad y el aburrimiento , lo que influye en su «fracaso», lejos de su situación económica. Consideran que más apoyos, grupos más pequeños, una ayuda individualizada de los profesores y el respaldo por parte de la familia podrían haberlo evitado.

¿Es así? El 60% de los padres y profesores entrevistados «reconoce que se podría haber hecho más» para evitar el abandono: convenciendo de la importancia del estudio, haciendo más caso, motivando, estimulando, animando... Unos y otros se hacen cargo de su responsabilidad, aunque se incide en la obligación de que los progenitores presten un apoyo «real» que suponga, más allá del convencimiento, un trabajo diario de constancia hacia el estudio. Todos aseguran dar una gran importancia a la educación; sólo un 11% le conceden poco o nada. Incluso un porcentaje mayor de padres (80%) que de profesores (60%) valoran «mucho» la obtención del título académico. Pero... después empiezan los «fallos». Los progenitores dejan de ayudar a sus hijos a partir de la ESO , en parte por una limitación educativa propia -el 60% de los padres y el 52% de las madres no pasan de estudios primarios-, en parte por una falta de implicación efectiva que cuesta reconocer.

«Sentimiento de culpa»

La actitud motivadora es percibida de forma muy diferente por familias y profesores. Mientras los primeros aseguran en un 66% que su aportación es mucha, los docentes consideran que el 70% de los padres hacen «poco o nada». Reconoce el estudio que las familias «no responden con absoluta sinceridad» y lo achaca a «un sentimiento de culpabilidad que no quieren reconocer abiertamente», aunque también contempla que se deba a que pueden no ser conscientes del grado de implicación que se espera de ellos. La realidad es que los profesores constatan que el 82% acude poco o nada a las reuniones con los tutores , mientras los padres responden que asisten mucho o lo normal en ese mismo porcentaje. La investigación recuerda cómo la mayor dificultad que identifican los directores de centros educativos para tratar el problema de abandono temprano es la participación de las familias, que debe mejorar. También hay visiones opuestas del seguimiento que se hace de las faltas de asistencia: poco o nunca en el 64% de los casos según los docentes y mucho para el 59% de los padres. Del grado de implicación del entorno paterno habla igualmente su participación en el centro, con un 98% alejados de las asociaciones de padres y apenas un 2% pertenecientes al Consejo Escolar. En este sentido, la relación con el centro educativo no es todo lo buena que sería deseable. Un 43% se comunica poco y un 13% nada. Con todo y con eso, el 70% de los entrevistados reconoce que la involucración de las familias en los centros es insuficiente. El 56% admite que podrían haberlo hecho más. Es triste leer entre las «confesiones» cómo «las familias que lo necesitan, no van a venir» o «la clave es la ayuda del orientador individualizada, la información no llega».

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