no somos nadie

La décima en papamóvil

antonio piedra

Laudetur Iesus Christus, alabado sea Jesucristo. En Julio de 2008, Juan Vicente Herrera, como Presidente de la Junta de Castilla y León, hizo un «gran homenaje» a los castellano y leoneses esparcidos por toda Cuba con una razón contundente: porque son «parte de la historia y del territorio». Y claro, bautizó su gira como de visita oficial a «la décima provincia». Por tanto, hoy podemos afirmar -con la venia de Pablo Iglesias-, que ayer Jorge Bergoglio aterrizó en papamóvil en la Legio Decima Gemina Fidelis -en la Décima Legión Gemela de Fidel- por dos razones, según dijo, realmente apostólicas: para ejercer de «misionero de la misericordia, de la ternura de Dios».

Aclaremos lo de misericordia y ternura porque con este Papa montonero -del montón populista con todos los respetos-, no se sabe si le está buscando las cosquillas al dogma o implora a Raúl Castro que «rece por mí», como le soltó al déspota en la Sede de Pedro el pasado diez de mayo. La misericordia es algo tan serio que desde el Génesis se identifica con el entrañable apego al perdón que tiene un padre o una madre hacia sus hijos. Algo que Cristo convirtió en perfección humanísima. Para Bergoglio la misericordia, según sus propias palabras, equivale a «misericordina». Es decir, al placebo o relativización de la misericordia. ¿Y la ternura? Ah, eso pertenece al arcano más insondable del jesuita.

Que Bergoglio vaya a Cuba en visita apostólica y se niegue a reunirse con los que tienen hambre y padecen persecución por parte de la justicia, deja a las obras de misericordia en pelotas. Que su jefe de prensa, el también jesuita Lombardi, afirme que los derechos humanos se discuten con Raúl Castro en la intimidad y de forma «oportuna» -y no con sus encarcelados, torturados y perseguidos hasta el exterminio-, se parece a esa españolada que nombra a los miembros de ETA defensores de los derechos humanos en el parlamento vasco. Dicen que a Bergoglio le ha abandonado el Espíritu Santo, y sus razones tendrá el Paráclito. Pero que se le aparezca todos los días el espíritu de Chaves en un «pajarito» como a Maduro, resulta de una crueldad apostólica refinada.

Y tan refinada. Que se lo digan si no a la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, a los presos que ha motivado la visita de Bergoglio en papamóvil para que todo parezca bien aseadito en la Legio Decima Gemina Fidelis, o a las damas de blanco, o a los presos políticos, o a los millones de cubanos que tienen que arreglárselas a diario para que el hambre y la miseria glorifiquen la Revolución con patria o muerte venceremos. Que les digan si no es crueldad apostólica, y que lo escuche Su Santidad Bergoglio -cada día más populista y menos Francisco I-, para que contraste cuán injusta y vacía resulta su petición a los cubanos: que «sean misioneros de ese amor infinito de Dios».

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