El crimen del Camino
El pasado 5 de abril, Domingo de Resurrección, Denise Pikka Thiem, asistió a misa en la iglesia de Santa Marta, a apenas cincuenta metros del albergue en el que había pernoctado. Desayunó en una cafetería próxima en cuya terraza se toca con las manos el rincón más luminoso de la ciudad de Astorga, el que acoge, como en un nido, el Palacio Episcopal de Gaudí, la Santa Apostólica Iglesia Catedral y la citada Santa Marta de la última misa de Denise.
La peregrina retomó el camino que no era otro que el Camino de Santiago, el objetivo por el que cruzó el Atlántico desde Estados Unidos con un puñado de dólares y una mochila ligera para cargar en ella vivencias y sentimientos. Su objetivo, aquel mediodía dominical, era llegar al albergue de El Ganso, a unos 14 kilómetros. Dejó Astorga a sus espaldas, atravesó Murias de Rechivaldo y alcanzó Castrillo de los Polvazares, el pueblo más hermoso de La Maragatería. En ese punto, ya cerca del final de la etapa que tenía previsto realizar, se perdió su pista. Y durante cinco meses su desaparición ha sido un misterio que como una sombra siniestra se alargaba por este tramo del Camino de Santiago en el que ni los más viejos del lugar recordaban suceso semejante.
Este fin de semana, a la espera de que los análisis de ADN lo confirmen, los restos de Denise han sido hallados y su presunto asesino detenido. Escaso consuelo, sí, para su familia, no sólo la de sangre, también para la de los peregrinos hermanados en el Camino y la de los lugareños acostumbrados a acoger con generosa hospitalidad, como si de hijos de tratasen, a quienes se dirigen a Santiago. ¡Buen camino!, es el saludo de estos vecinos de La Maragatería a los peregrinos, a quienes les ofrecen el agua, el pan e incluso la casa, si fuere necesario. El Camino que nace en Roncesvalles tiene más de 700 kilómetros y el pasado año lo recorrieron 74.000 peregrinos. Nunca se supo, salvo en la ficción literaria o cinematográfica, de un crimen semejante. Denise ha sido la inocente víctima de un hombre desalmado que, a saber si por robarle un puñado de dólares, se le interpuso con la guadaña al hombro en la pacífica y pacificadora senda que la peregrina recorría con la mochila ya casi llena de vivencias y sentimientos. No pudo culminar la ilusión que la trajo desde Estados Unidos, pero su martirio permanecerá en Castrillo de los Polvazares como un crucero en el que, por siempre, los peregrinos se detendrán para recordarla y pedirle fuerzas para continuar el Camino en el que ella derramó su sangre.
La resolución del caso ha sido fruto de un silencioso pero eficaz trabajo de la Policía y de la Guardia Civil. La familia de Denise y el Camino deben agradecérselo.