terapia canina

Mi «doctor» es un perro

«Can Sonrisas» cuenta con la colaboración de los canes, que se complementan con los profesionales terapeutas de los centros

Mi «doctor» es un perro f. blanco

diana g. arranz

Siempre se ha dicho que el perro es el mejor amigo del hombre pero en los últimos tiempos la ciencia está demostrando que además los cánidos pueden ser grandes aliados en terapias rehabilitadoras. Un ejemplo de la importancia que estos animales están alcanzando lo representa la entidad Can Sonrisas , ubicada en la capital vallisoletana y que hace menos de un año empezó su andadura en la terapia asistida con animales. «Se trata de una modalidad de intervención terapéutica cuyos objetivos son la mejora del funcionamiento cognitivo, físico y social de las personas», explica Francisco García, uno de los cuatro expertos que integran Can Sonrisas.

Para estos profesionales formados específicamente para estas terapias «el perro es el principal protagonista y sobre el que centramos realmente toda nuestra atención, porque si el animal no está perfectamente los resultados de la intervención no serán los deseables», añade otra de las socias, María de Prada. En cuanto al equipo de «cuatro patas» que completan la familia de Can Sonrisas hay que mencionar a Tango, «que también es mi mascota y que cuando lo cogí con siete meses no esperaba que llegase a ser un perro de terapia», a quien se suman Coco, Bilde y Ela, esta última en propiedad de María y con una particular historia de vida detrás, como animal procedente de protectora al igual que algún otro de sus compañeros.

«Ela es el ejemplo perfecto de cómo un perro que ha sido abandonado y que ha sufrido puede pasar a formar parte de un hogar, además de convertirse en el doctor de algunas personas con importantes necesidades», argumenta María.

Concretamente, una de las historias más destacables la protagonizan esta labrador y un menor con una discapacidad mental. «Ela ha precisado de una terapia propia rehabilitadora debido a su experiencia traumática como perra procedente de la protectora Defensa Animal, en Laguna de Duero», explica su adoptante, «y por ello a día de hoy Ela no hace terapias completas, sino que se compagina con otro compañero perro».

Motivación e interacción

Sin embargo en el caso de este niño con autismo, «Ela demuestra ser capaz de finalizar el programa en un estado adecuado para cumplir los objetivos, pero lo más importante ha sido como su madre pudo comprobar la interacción y motivación que el perro ha generado en el pequeño y los avances en comunicación que hemos alcanzado», comenta orgullosa María de Prada.

Cada uno de los cánidos que forman parte de la familia Can Sonrisas ha sido educado y entrenado con métodos de adiestramiento en positivo «donde no se utilizan castigos y siempre se priorizan las necesidades físicas y emocionales del perro», explica Francisco.

Y es que, como si del más profesional de los doctores se tratara, desde esta entidad destacan la importancia de saber qué perro es el adecuado para poder desarrollar este tipo de trabajo. «La principal cualidad de estos animales es que deben ser tranquilos y seguros , pero lo más importante es que nosotros sepamos detectar la señales que nos indican que el perro no se encuentra en un estado óptimo y que derive en una interrupción de la terapia», añade este profesional quien reconoce haber finalizado sesiones «antes de que el animal identifique una situación con algo incómodo para él y pueda volver a asociarlo a la persona, al lugar o a la actividad».

Los protocolos establecidos desde Can Sonrisas tratan de garantizar el bienestar de sus animales como una forma de asegurar al máximo la efectividad de las terapias , «por ejemplo cuando vamos a iniciar un trabajo en un centro nuevo, solemos hacer una pequeña visita previa con los perros seleccionados, de forma que puedan inspeccionar el lugar y que cuando volvamos puedan reconocerlo y sentirse más a gusto en el entorno», explica María. A pesar de que estos profesionales han recibido formación específica en la terapia asistida con animales, «que por el momento no cuenta con una reconocimiento oficial reglado dentro de nuestro territorio», las acciones terapéuticas como tales se realizan de forma coordinada con los sanitarios de los centros «siendo el perro el complemento a este tipo de actividades diseñadas por profesionales», despertando la empatía en los pacientes y haciendo que una sonrisa les aflore en la cara cada vez que ven les ven, «y de donde también nace nuestro nombre como empresa», explica Francisco.

«Tenemos varios casos con el colectivo de personas mayores que no tienen familiares directos y que la visita de Ela o de Tango supone todo un acontecimiento, incluso tienen sus fotos en sus mesillas de la habitación, y hay quien los denomina como ‘mi perro’», cuentan orgullosos estos dos integrantes de Can Sonrisas. «Es muy gratificante comprobar que una de las mujeres con la que trabajamos que presenta dificultades motoras importantes finalice la sesión siendo capaz de lanzar un aro a Tango mientras su fisioterapeuta te comenta que no ha conseguido nada en sus sesiones».

Y es que según los estudios realizados en torno a este tipo de trabajo con animales existen beneficios físicos tales como fortalecer la musculatura (con el cepillado o el masaje a los perros), mejora de la motricidad tanto fina como gruesa, incluso la disminución de la tensión arterial, el colesterol y los trigliceridos . «Además a nivel cognitivo y a través de diversos juegos con materiales como aros, cojines de colores o búsqueda de premios, entre otros, se consiguen grandes beneficios como aumento de la atención, mejora de la percepción sensorial o de la memoria a corto, medio y largo plazo», asegura María.

Y a todo ello se unen los beneficios psicológicos con disminución de ansiedad y estrés, de la sensación de soledad y aislamiento y como antídoto a la depresión, pero con grandes mejoras también en el plano social debido a la demostrada influencia en el área de la comunicación al estimular el lenguaje tanto verbal como no verbal, al aumentar la motivación e implicación en las actividades y a mejorar el desarrollo de las tareas básicas de la vida diaria.

Mi «doctor» es un perro

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