el callejón del gato
Política de proximidad
La toma de posesión de ayer se alineó con el discurso de investidura: ausencia de boato, que escenificó el austero discurso de investidura. De las primeras palabras de Herrera se deduce: cambio y adaptación a los nuevos tiempos, y comprensión del mensaje de las urnas. Ni grandes promesas, ni brindis al sol, ni sorpresas en nuevas iniciativas o grandilocuencia programática. Las palabras han estado pegadas al suelo, impregnadas de realismo, con propuestas que admiten la negociación y transacción con otros partidos y que el ciudadano de pie verá trasladadas al acuciante hoy y ahora de los impuestos y prestaciones sociales. Ha hecho suya la bandera de la sensibilidad social, reclamada a Rajoy, ha captado, ayudado por Ciudadanos, el otro mensaje, la regeneración política y las modificaciones propuestas para el Estatuto de la Autonomía caminan en esa dirección, y ayer prosiguió con sus reclamaciones al gobierno de la nación.
La letra suena bien y demuestra la veteranía de Herrera, porque más allá de las cuestiones de fondo ha sido inteligente y hábil para trazar objetivos asumibles y donde puede sacar ventaja a sus bisoños oponentes en su propio terreno. Falta ahora la música que la pondrá el propio presidente y los consejeros, que desconozco a la hora de redactar estas líneas, porque ahí necesita muchos cambios. Los años le pesan a Herrera y la lejanía y aparente desinterés de la pasada legislatura por muchos temas no debe repetirla; sin embargo los años no pasan en balde y él que antes llegaba, ahora no lo conseguirá, por lo que proponer consejeros que pisen los charcos de la calle, cojan los teléfonos (no los coches) y no se parapeten en declaraciones institucionales, es algo vital. Le queda el pantanoso partido, pero eso es otro tema.