corazón de león
La pitada
Para una vez que León iba a ser noticia «amable» en la sección deportiva de periódicos, teles y radios, y no en las de política, tribunales o sucesos, aparece Piqué por ahí y se arma la tremolina. Piqué, Gerard Piqué, es, por si alguien lo ignora, un jugador de fútbol muy afamado por sus gestas deportivas en el Barça y en la selección de España (ahora, en tiempos de progreso, llamada La Roja o combinado nacional por ese moderno periodismo devenido en tertulianismo). Y resultó que España jugó el pasado jueves un partido amistoso contra Costa Rica cuyo resultado más destacado por los medios de comunicación fue la pitada de la afición leonesa a Piqué. Del resultado deportivo, de las gradas repletas, de la fiesta futbolística que por un día vivió toda la ciudad, ni caso: la noticia era la pitada.
Los modernos cronistas han culpabilizado, de inmediato, como buenos tertulianos, a la afición leonesa por los pitidos y silbidos contra el jugador catalán del equipo español. Es muy posible que entre quienes chiflaban hubiera mayoría de leoneses, pero también zamoranos, salmantinos, palentinos o asturianos, como ocurre cuando un espectáculo extraordinario acontece en León, bien sea la selección o José Tomás, quien hace menos de un año vino por aquí y puso la plaza de toros a reventar con gentes llegadas de los más diversos lugares de la geografía española.
Pero la fiesta futbolística en León terminó, dicho en lenguaje taurino, con broncas y pitos que acallaron el entusiasmo y la deportividad de la mayoría. Suele pasar en estos tiempos en los que se impone el estruendo de las minorías. La afición leonesa parece haber quedado marcada por la pitada a Piqué y los tertulianos amantes del ruido y de la bronca dicen que León no volverá a acoger un partido de España. Es mucho decir antes de preguntarse si esa pitada hay que comprenderla en el ámbito de la libertad de expresión, como hace poco justificaron muchos de quienes hoy se rasgan las vestiduras, lo ocurrido en el Camp Nou. Y cabe preguntarse si esa minoría de aficionados silbó a Piqué por sus chanzas contra el Real Madrid o por tener un presidente autonómico que disfruta de los silbidos al himno español y al Rey.
Ni los aficionados ni Piqué tienen mayor culpa, aunque sí merezcan, ambos, un par de clases de tolerancia y convivencia. El fondo del asunto es una sociedad en la que el respeto, la educación, la sensatez, el sentido común, en fin, han sido desplazados por el griterío, el todo vale, la frivolidad y la pitada como forma de diálogo. Que los políticos tomen nota y no pongan el foco en los aficionados, sino en ellos, en quienes han contribuido a que el rencor, la revancha y el insulto se expandan incluso por la España futbolística.