no somos nadie

Raro, raro

antonio piedra

Y tanto. Desde ayer sabemos –aunque no por cuánto tiempo– quiénes gobiernan los ayuntamientos en Castilla y León y quiénes regentan la mayoría de los municipios españoles. La sensación genérica resulta más bien rara porque todos los políticos miran de reojo a las generales del próximo mes de noviembre como sanción definitiva. Esto añade un pastizal de apoyos interinos y de voluntades en el aire que está registrado en el subconsciente popular más castellano: si quieres saber qué es guerra, métete de patitas en ella. La batalla municipal del 13-J no es más que la primera escaramuza de la guerra total que se avecina, y que la política de pactos no ha convertido, precisamente, en una gesta loable.

Compañero de urna: no des vueltas al asunto. Desde el momento que votas en directo, el ciudadano se apunta directamente a las rarezas particulares que anidan en los líderes de los partidos. Ellos deciden si la batalla electoral se gana con piedras metafóricas, con palabras que matan, o con pactos incumplidos. El panorama es peliagudo y va por barrios. El PP de Herrera, y a pesar de Mariano Rajoy –el responsable único que ha puesto a todos sus huestes al pie de los caballos por incumplir con alevosía y contumacia su programa electoral–, ha mantenido el tipo en la Meseta. La debacle no ha sido mayor por una razón de peso: pactaron normalmente en tiempos de paz con todos, incluso con el PP de Rajoy que fue una auténtica heroicidad.

El PSOE de Pedro Sánchez en la Meseta –salvo el caso concreto del Alcalde de Soria que con su mayoría absoluta viaja ligero de equipaje como Machado y libre de subarriendos– arrastra el dilema dramático que encarna su líder nacional: o socialismo humanista o podemismo popular hasta el último suspiro. ¿Error asumido, o simple táctica napoleónica que deseaba tener cerca al enemigo con la sana intención de mantenerlo mejor a raya? Demasiada dialéctica. Lo único cierto es que Podemos, gracias al PSOE de Sánchez, gobierna en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Coruña, Cádiz, etc. Y esto, más que una simple intención, se acerca de lleno a las acciones que denominaba Juan Ramón Jiménez «falsiverdaderas»: por ejemplo, que el oso de Podemos te abraza por cariño irrefrenable.

¿Y las rarezas de Ciudadanos? Como poco, una salida contradictoria y poética en tiempos de guerra donde sobran los embudos artísticos. Y como mucho, un transformismo decepcionante: en apenas dos meses la fragancia del nenuco deviene en aguarrás. Hacer filigranas pactistas con el régimen andaluz –poner dije donde digo Diego, que ricos Griñán y Chaves, apúntame 40 embajadas más a cuenta del contribuyente, y venga ya una banca pública y andaluza–, y al mismo tiempo ponerse interesante con el PP de Madrid para autentificar el virgo de Leticia Savater, es tan chusco como que un sastre cobre las hechuras a otro sastre. Raro, raro.

Raro, raro

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