La sombra de mis pasos
No se estila
Pasado el cuarenta de mayo, con sayo y hasta chubasquero, se van desluciendo a la intemperie las propuestas electorales. Ser quiosquero no tiene nada de malo, es un trabajo honrado como otro cualquiera. A Pablo Fernández, de Podemos, no debía de gustarle porque en cuanto sacaron sus diez parlamentarios va y proclama que quiere un sueldo y dedicación exclusiva a la política. ¡Menudo cuajo!
Se reúnen PSOE y Podemos en Castilla y León. Lo de socialistas y podemitas es un matrimonio mal avenido llegado desde Madrid, que es «rompeolas de todas las Españas». A unos les interesa y los otros se dejan querer. Estar en la oposición siempre es un asunto aburrido, claro, por eso de decir a todo lo que digan en el gobierno que no, salvo cuando te equivocas como le pasa a Pedro Sánchez y votas a favor para después entonar el famoso: «Lo siento mucho. No volverá a ocurrir». Estar en la oposición requiere casi más cordura que estar en el gobierno. Estar en la oposición es convivir con uno mismo en soledad. Como consagrarse al aburrimiento de la nada. A Tudanca le llegó un nuevo amigo.
A Podemos en campaña le pasaba lo mismo que escribiera Gloria Fuertes: «Yo puedo decir muchas cosas,/y algunas no». Y ahora que ya están ahí empiezan a decirlas todas.
Cuando era niño caminaba por la playa, de mañana y cargada, una señora que gritaba: «¡Vendo pipas, patatas, cacagües!» -Y así sucesivamente paseo arriba paseo abajo-.
No puedo evitar imaginarme a Pablo Fernández, dedicado exclusivamente en las Cortes autonómicas y aburrido, ocupando el tiempo en estos menesteres. El coche oficial lo deja para cuando haya más confianza.