Hoja de ruta del PP

Las declaraciones de Herrera fueron tan explosivas como calculadas. Ni calentón, ni impericia ante los medios. El acumulado cansancio vital, el hartazgo político, la insensibilidad y ceguera de Rajoy, y la falta de hábitos para tiempos nuevos, que exigirán una política de pactos que anímicamente le supera, dibujó una nueva hoja de ruta que, en parte, recupera la abandonada a regañadientes, cuando la lealtad le obligó a presentarse a la reelección. Horas después siguió con la enigmática frase de conducir el traspaso hasta la nueva legislatura, como aviso a navegantes nacionales y observatorio de movimientos de los próximos en Castilla y León. Después se hizo un silencio de siglos para los aspirantes, antes de anunciar la reunión con C’s de hoy. Esta formación emergente no le entregará un cheque en blanco que significaría su partida de defunción. Lo lógico es la negociación caso a caso. Un desgaste que Herrera no puede personalmente asumir.

Incierto futuro, en el que si Herrera cruza el rubicón este junio, sabe que le esperan cuatro eternos años. La confección de la lista de Burgos y otros movimientos no apuntan que su horizonte lo situara tan lejos. Muchos rumores, pero en estos días de reflexión-trampa no le habrán pasado desapercibidos o acaso le han llegado los posicionamientos de los tres presidentes provinciales cospedalistas; los elogios excesivos de otros tres presidentes/as con más de una docena de años en política, que aspiran seguir o conseguir el premio gordo; y la lealtad de su hombre que posiblemente salga catapultado a la presidencia de las Cortes.

La decisión le corresponde al presidente en funciones, que sin solución de continuidad deberá arremangarse para rehacer y rejuvenecer el partido.