no somos nadie

Noé sin paraguas

antonio piedra

El pescado está vendido. Quedan las raspas. El 40% de voto indeciso, que baila a conveniencia demoscópica, tiene dueño. En Castilla y León pocos de ese porcentaje van a quedarse en casa. Seamos realistas. Ver a Tudanca haciendo campaña de la mano con Zapatero -el falso leonés, el renegado vallisoletano, y el autor con patente de la ruina española- precipita nubes y paraliza encuestas. La petición tuitera de Óscar Puente -que postula a Brad Pitt como alcalde de Valladolid- tiene un rasgo de generosidad innegable: «Le he pedido a San Pedro Regalado un alcalde nuevo, alto, joven y guapo y con ganas de hacer cosas por la ciudad. Y a buen entendedor»… Nivelazo de corazón online.

¿Aguantará Podemos la presión de estos cinco días? Sus gazapos continuos, sus altanerías facciosas y marrulleras, su apego a la retórica revolucionaria del XIX, y sus trampas chavistas delatan una incoherencia sostenida. El retroceso se masca a lo largo de la España invertebrada. En Castilla y León -con un lenguaje en vigor donde las palabras matan- se añade el desconocimiento casi absoluto de sus candidatos: no sabemos a estas alturas si da el cántaro en la piedra o la piedra en el cántaro. A día de hoy, sólo existe una certeza: cántaro roto a la vista.

Oír en castellano propuestas tan estimulantes y frescas como crear una «moneda local» del Penedés a las Batuecas, de ecotasas turísticas, acabar con la libertad de horarios comerciales, hablar de patria que acuna al tiempo nacionalismos excluyentes, crujir de impuestos al más pintado, desentenderse de deudas y de hipotecas, o fabricarse una izquierda tan vieja y liberticida como el comunismo estalinista, acaba por convertir las cañas en lanzas. Su demagogia en economía se reduce a una simpleza pueril: mientras yo reparta lo que no hay, que pague Rita la cantaora. Este cuento de la Lechera lo entonó el Podemos griego, y su invención ya tiene nombres y apellidos meses después: corralito, recesión, pobreza, descrédito y superchería.

La estética también se vuelve chapucera. Prohibir las películas del Oeste -última novedad del podemismo madrileño como ocio y cultura- equivale al despiporre de Noé. El héroe del diluvio andaba compungido cierto día y un amigo le preguntó que cómo era eso, y contestó el bíblico: «Ya ves, es que he perdido el paraguas». Podemos, como Noé, ha perdido el paraguas. De aquí que no le gusten las películas del oeste: Maduro no ve con buenos ojos que entren en el saloon de la Moncloa o de los Ayuntamientos, o de las comunidades autónomas, los buenos y los malos. Como en Venezuela, sólo admite podemitas morados y de la banda. Demasiado. Un peliculero que yo me sé lo tiene claro: «votaré al PP de Herrera no sea que desaparezca el Western y me quede sin ver un final feliz donde ganen los buenos». Es lo que tiene hacer natillas con ácido clorhídrico.

Noé sin paraguas

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