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TAC y Titirimundi, la doble fiesta de teatro
Los festivales de Valladolid y Segovia multiplican la oferta escénica de la Comunidad durante diez días de mayo y transforman el espacio urbano de sus sedes, convertidas en escenarios al aire libre
Las artes escénicas rompen de vez en cuando su formato más convencional para escapar de las salas y convertir las calles en un escenario vivo. Segovia y Valladolid se transforman cada año durante unos días gracias a dos veteranas citas que convierten ambas ciudades en referente ineludible del teatro de títeres y de calle. Los responsables de Titirimundi y del TAC coinciden en ver el festival que dirigen como una «fiesta» de sus respectivas especialidades.
Titirimundi alcanzará su 29 edición entre el 13 y el 17 de mayo, en Segovia; el Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle (TAC), cumplirá la número dieciséis del 27 al 31 del mismo mes, en Valladolid. En conjunto, brindan diez días de oportunidades para encontrar actuaciones a la vuelta de cada esquina.
Las cifras que avanzan ambos festivales muestran una oferta extensa. Titirimundi contará con 34 compañías de 14 países. El TAC reunirá a 54 grupos de 12 nacionalidades diferentes. Ambas programaciones multiplican la oferta escénica en la Comunidad durante el mes de mayo y pretenden dar respuesta, con propuestas variadas, a los gustos de todo tipo de espectadores.
«El público se encontrará con una ciudad invadida por el teatro de la ilusión, con teatros venidos de todos los confines del globo que convertirán cada rincón de Segovia en un escenario teatral», resume el director de Titirimundi, Julio Michel. La 29 edición prestará especial atención a los títeres para adultos, «con una selección de 10 excelentes espectáculos, tal vez entre los mejores del mundo». «Se trata, en suma, de hacer pedagogía, mostrar toda la riqueza y extensión de este teatro mediante una apuesta clara y firme por el teatro de títeres, refutando todo concepto reduccionista. Resulta preocupante que en algunas instituciones teatrales (algunas de mucho peso y prestigio) se sigan relacionando los títeres con la infancia. Prejuicios al final, originados por una cierta ignorancia y mayor desinterés», añade.
El director artístico del Festival de Teatro de Calle de Valladolid, Javier Martínez, ve en el certamen «una fiesta final del trabajo desarrollado a lo largo de todo el año en las artes escénicas», y más concretamente en el teatro de calle, ese que «se asfixia entre las paredes de un teatro e intenta atravesarlas para ubicarse donde el individuo construye su vida cotidiana». «Son espectáculos que, normalmente, pasan de una estructura narrativa a una estructura asociativa: no cuentan cosas, sino que sugieren cosas y es el espectador el que construye su historia en la cabeza. Me interesa muchísimo que el festival sea frontera entre lo popular y la vanguardia. En general, las actividades van dirigidas a crear una experiencia compartida, que gentes de diferentes generaciones, de diferentes culturas, de diferentes razas, puedan compartir un mismo hecho creativo y que durante unos días los ciudadanos redescubran los espacios de su ciudad, lugares aparentemente neutros los días normales se convierten en espacios creativos», explica el responsable del TAC.
Esa transformación del espacio urbano y la complicidad de los espectadores se producen también en Titirimundi: «Es una celebración teatral, una fiesta, un paréntesis en la vida ordinaria de la ciudad, un balcón que se asoma a las culturas del mundo a través del teatro de títeres y un momento privilegiado para descubrir y disfrutar de la gran variedad y de la riqueza de esta modalidad teatral . Los segovianos están hoy entre los mayores expertos y conocedores de las Artes de la Marioneta».
Cinco compañías locales
Las dos programaciones constituyen esa ventana a lo que se hace en el mundo, sin olvidar la realidad más próxima. En el caso del TAC, cinco compañías locales figuran en la programación del año y los grupos aprovechan el festival como esa oportunidad de echar a volar la imaginación y hacer algo diferente: «Los trabajos que se presentan de compañías de la ciudad son espectáculos que no presentarían a otras programaciones, porque saben que no van a venderse en los circuitos normales. Son trabajos que siempre han tenido en la cabeza y nunca han podido hacer», señala Javier Martínez. Los organizadores de Titirimundi procuran «estar atentos a la actualidad de la región»; aunque «sin concesiones y sin ceder a perniciosos impulsos endogámicos», precisa Julio Michel, quien recuerda que Castilla y León «cuenta actualmente con alguna de las compañías más interesantes de España, incluso alguna reconocida con un premio nacional de teatro para la infancia».
A pesar de los efectos nocivos de la crisis, los directores de Titirimundi y del TAC encuentran argumentos para pintar un panorama halagüeño en ambas especialidades. «El teatro de títeres es un espacio artístico en permanente cuestionamiento y renovación que vive uno de los momentos más prósperos y brillantes de su historia reciente», sentencia Julio Michel, quien celebra que el género haya vuelto al Centro Dramático Nacional para «demostrar que los títeres forman parte de nuestra realidad teatral», después de que se le hubiesen cerrado las puertas. Javier Martínez aprecia una transformación favorable en el teatro de calle: «Para mí la referencia del teatro de calle en Europa es Francia, que es donde más se trabaja la performance, lo asociativo más que lo narrativo, y eso va entrando cada vez más en España. Por ejemplo, el circo evoluciona hacia un circo contemporáneo, poético. Y el circo, que es clave en el teatro de calle, está olvidando un poco los zancudos, de la pirotecnia y la fanfarria»..