no somos nadie

Carondas cachondos

antonio piedra

¡Cómo está el tiempo de abril pensando en mayo! En Castilla y León, que miramos siempre el cielo, se dice que estos dos meses –abril y mayo– son la llave de todo el año. Se decía. Lo recalco porque, después del linchamiento de Rato, con mancuerda y nudo corredizo incluido, Rajoy –que desprecia por igual al tiempo y a los electores, al PP y a sus candidatos– acaba de cargarse, a un tiempo, al calendario zaragozano y al famoso fraile capuchino del tiempo. Caray, esto ya no tiene nada que ver con la realidad y sí con el espadachín turulato que pintaba Santillana en sus dichos de juego de tronos: aquí, señor@s, “sanan cuchilladas y no malas palabras”.

No han fusilado a Rato al amanecer porque, sencillamente, los milagros son privativos de un santo y cuentan en su currículum como una losa hasta el mismísimo día del Juicio Final. Así que el descojone de los Pujol ha sido antológico, el despelote capullar de los ladrones de los eres –con Chaves, Griñán como imputados, y tras ellos toda la Junta andaluza como solidaria– ha resucitado incluso a la pobre vaca que asaron todos ellos con billetes de 500 euros, y hasta el caradura de Monedero se ha visto reforzado, como «castuza» que trinca antes de pisar moqueta, cuando su jefe –Pablo Iglesias– ha dicho, en descoloque caribeño, una parida boreal contundente: que «sólo falta que viéramos a Rajoy entrar detenido en un coche policial».

El despelote de los votantes de Castilla y León, en consecuencia, roza en estos momentos de abril aguas mil las cotas más supremas del descerraje. Visto que Rajoy es como el chichirimoche que lo que piensa de noche por la mañana equivale a chichirinada, pues aquí –centrados como estamos por un Herrera discreto que sabe lo que vale un peine y también una fidelidad tan peligrosa– se piden experiencias fuertes desde la barrera. No sé, algo semejante a ciertos preformances en teatro. Hombre, no vamos a exigir a gritos lo que oferta cierta actora mexicana que yo me sé, y que hace el amor con un cactus en escena, acabando siempre con el coño destrozado en busca de un servicio de urgencias. Eso no. Pero soluciones drásticas, sí.

Por ejemplo, la que puso en práctica el legislador Carondas hace miles de años. El pavo se saltaba a la torera sus propias leyes, y cuando le dijeron que eso, amén de una sinvergüenzada, implicaba una tiranía inaceptable, replicó que se trataba de, «todo lo contrario: y voy a confirmarlas». Con las mismas se clavó la espada en el pecho ante el parlamento, y ahí terminó el preformance y la vida artística del político de Catania. Que tomen ejemplo del gran Carondas los hispanos Rajoy, Sánchez, Iglesias, Tudanca, y toda la patulea de zapateristas al cubo. Entonces serían creíbles, y los votantes, a lo mejor, pensaríamos con toda seriedad: coño, resulta que estos carondas tan cachondos decían una verdad.

Carondas cachondos

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