corazón de león

Salvador Gutiérrez

vicente ángel pérez

Escribir hoy, en plena primavera electoralista, de alguien por nombre Salvador y apellido Gutiérrez, de cuna asturiana y vivencia leonesa, y no asociarlo con UPyD o con Ciudadanos, esos partidos tan en boga, puede parecer un crimen contra la actualidad periodística, ésa que dicta, de tertulia en tertulia, que no hay vida más allá de la contienda política. Pero Salvador Gutiérrez, que bien podría obviar su primer apellido, como hacen algunos políticos o escritores por aquello del «marketing», y así llamarse Salvador Ordóñez, ni es político ni novelista que necesite de su segundo apellido para ser reconocido. Gutiérrez es de los Gutiérrez de toda la vida y miembro de la Real Academia Española; y miembro muy activo en esos sillones en los que, por lo general, adormecen quienes de una u otra manera creen haber alcanzado la «inmortalidad». Gutiérrez, muy vivo él, se ha dedicado en los ocho años que lleva de académico a reavivar la gramática española como quien alienta el picón del brasero, con algunas llamas y no pocos humos. Pero no es ésta (pese a que el académico sea partidario de eliminar las tildes) la ocasión de criticar la labor de un intelectual que ha dedicado su vida al idioma español.

Hoy lo que importa es que a Salvador Gutiérrez Ordóñez le han concedido el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades; un reconocimiento a un asturiano de cuna que ha hecho vida en León desde hace treinta años, con su sabia docencia en la Universidad. Gutiérrez vino de un lugar por nombre Taballes, en donde, según las últimas estadísticas, hoy vive una veintena de vecinos. Allí conserva sus raíces, aunque León sea su presente y su futuro. Y, llegado este momento, aparecen los recuerdos de Antonio Gamoneda, el asturiano a quien el frío convirtió en leonés, o Victoriano Crémer, el burgalés que dedicó cien años de su vida al periodismo y a la poesía a la orilla del Bernesga; o el también académico José María Merino, nacido en La Coruña, pero recio hierro del tridente literario leonés del último medio siglo junto a Luis Mateo Díez y Juan Pedro Aparicio.

Es fama que la tierra leonesa es fértil en escritores, periodistas aparte. Inolvidable Antonio Pereira, siempre fiel a su tierra y a sus paisanos; disfrutable Antonio Colinas, uno de los mayores poetas españoles, que ha regresado a su La Bañeza natal tras el largo viaje a la Ibiza mediterránea; y Julio Llamazares, el novelista que nació en una cuna que hoy mece truchas muertas bajo las aguas de un pantano, quien nunca, pese a los pesares, ha olvidado sus orígenes. Y, en cambio, los hay como García Trapiello, escritor afamado, para quien León es el pasado y Extremadura el futuro que lo haga hijo adoptivo.

Salvador Gutiérrez

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