NO SOMOS NADIE
Ya empezamos
En Castilla y León empiezan a verse las próximas elecciones con la rareza del tiempo: días despejados, otros con lluvia y, ayer sábado, niebla invernal en Valladolid. Así que al comprar el ABC, y darle a mi kioskera los buenos días, se puso de uñas: «¿Ya empezamos?». Bueno, mujer, no sea tan suspicaz que yo sólo... Y con un «¡Ja!», me despachó. Pues eso, que cada día los nuevos partidos parecen más castizos, y los castizos más novedosos. Quien no cambia es León de la Riva que en época de elecciones es como el resto del año: harnero espeso y cedazo claro. Es decir, agua clarita. Si el tiempo no cambia radicalmente, volverá a ganar la Alcaldía porque los demás tienen días soleados, sí, pero seguidos de muchos oscuros y nublados.
Vean si no el panorama. Los podemitas de la Meseta no son distintos que el resto, y tienen, además, el mismo complejo que denunciaba Montaigne en uno de sus ensayos: jugar peligrosamente con las cosas de comer. Y claro, cada día se les ve más el plumero. En nada, se nos caerán del todo las antiparras cuando veamos qué hacen, por ejemplo, en la investidura de Susana Díaz. Si la apoyan en abierto, quiere decir que las ganas de poder les ha vuelto corruptos investidos. Si juegan al escondite -ausentarse o abstenerse en la votación para que el ratón de los ERE parezca gato en el patio de Monipodio-, quiere decir que ya son monipoditas de facto que nos toman, seriamente, por tontos. A esto, sus propios compañeros de Alicante lo llaman de una manera: «castuza» y «basura democrática».
¿Y Ciudadanos? Empiezan a tener algunos problemas, y no pocos, con los ojos limpios: que, a veces, aparecen legañas sospechosas. El juego de hacer el amor con todo el mundo está surcado, políticamente, de serios peligros: levanta pasiones despechadas desde las apuestas más ingenuas a la picaresca más indecente. De nuevo la investidura de Susana Díaz invita al vicio de jugar. Y esto, diga lo que diga Albert Rivera, es pura picaresca tan vieja que la vemos plasmada desde Mateo Alemán a Francisco de Quevedo. Momento de lucidez, por tanto, para la castellanía que vota.
Independiente de lo que haga Ciudadanos en Andalucía, hay algo a lo que Albert Rivera debería renunciar: a jugar con el dinero y con las limpiezas de los castellano y leoneses. Seré claro en lo primero: ¿Albert Rivera quiere quitarnos el AVE a los de la Meseta? Que lo diga. Tampoco me andaré por las ramas en lo segundo: ¿nos dice Albert toda su verdad política? En 2006 juraba y perjuraba que jamás militó «en ningún partido político», y que nunca tuvo «carnet de militante alguno». Vaya por Dios. Antier nos demostraron que militaba en UGT, y ayer sábado, que pasó por las Nuevas Generaciones del PP sin romperlas ni mancharlas. Fatal destino el suyo con las cofradías y la sindicación: sus verdades, tan pronto, empiezan a flaquear también.