no somos nadie

Están aquí

antonio piedra

Mientras las 9 provincias de Castilla y León salíamos en procesión unánime durante la Semana Santa –y esta vez con sol radiante porque es parte integral de nuestra cultura cristiana, de nuestro arte luminoso y de nuestra identidad como pueblo–, lo cierto es que Obama, imitando a ZP, se dedicaba a menesteres más altruistas: a prácticas de voleibol con la Alianza de Civilizaciones entre EE.UU y el Irán de los ayatolas. Tampoco es menos cierto que los yihadistas del terror, viendo que la maravilla se desplaza a velocidad de crucero en alfombras persas, hacían de las suyas: el mismo Jueves Santo mataban a 147 cristianos en la Universidad de Garissa, en Kenia, para poner otra pica en Flandes.

Y claro, no menos cierto otro hecho irreversible: que en el oriente próximo sigue el genocidio de cristianos hasta la total extinción, por ejemplo, en Irak o en Siria. Y todo ello se está haciendo, vergonzosamente, con el visto bueno de Obama y con el tirafondos o el escoplo que ponen en bandeja pulida la Europa de los mercaderes. Lo paradójico del caso es que esta pobre gente –a la que eliminan y masacran sólo por ser cristianos– piensa, inocentemente, que Europa es un destino serio que comprende su problema y que, además, enjugará sus lágrimas. Inmenso error. Europa es la ramera del Apocalipsis que se alimenta, por una parte, con el dolor de los inocentes y, por otra, con la fascinación de los yihadistas.

Hasta tal extremo llega la hipocresía europea con las víctimas, que hace de los verdugos una extraña sesión de cumbres borrascosas. Lo hizo no hace mucho el infame tribunal de Estrasburgo con los genocidas de ETA, que a tantos castellanos y leoneses masacraron. Y ahora mismo, en estos días de Semana Santa, se vuelve a repetir la última candonga: vemos cómo el asesino en masa de la tragedia de los Alpes se está convirtiendo, poco a poco, en un suicida generoso y hasta comprensible. La fascinación europea por el yihadismo es del todo enfermiza: los arma generosamente, hace primaveras florales con sus masacres, y los respeta tanto... Tanto que, de hecho, ya están aquí.

Sí. Incluso en las procesiones de Semana Santa. El Martes Santo, sin ir más lejos, en la procesión del «Encuentro de la Santísima Virgen con su Hijo» de Valladolid, un grupo de vallisoletanos pudo comprobar, boquiabiertos, cómo cierto individuo –con móvil en mano, gesticulante y hablando árabe con los decibelios bien altos y en tono retador– se reía a carcajada limpia, al tiempo que escupía repetidas veces en el suelo al paso de las imágenes dolientes de la Virgen y su Hijo. Nadie rechistó ante semejante provocación. Es más, todos se retiraron por si lo cosa acababa en tragedia. ¿Qué hubiera pasado si el caso concreto fuera al revés? Inimaginable. Que están aquí es evidente y notorio. Lo grave es que a nadie le importa. Estamos perdidos

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