al pairo
Los candidatos de Albert Rivera
La expectativa nacida de las elecciones andaluzas ha provocado que a algunos se les afile la pituitaria de la ambición política. El caso más evidente es el de los candidatos de Ciudadanos a los próximos comicios autonómicos y municipales. Como era de prever, una opción sensata, equilibrada e ilusionante como la de Albert Rivera está logrando seducir a una parte importante de los votantes, muy desencantados con la miopía -recalcitrante- de los grandes partidos. La gran damnificada en este rececho de votos y votantes ha sido UPyD, lastrada por la falta de claridad en el discurso ideológico y por la inestabilidad de un electorado en exceso de aluvión. Las opciones populistas, por su parte y como también era de prever, han ido y seguirán perdiendo fuerza a marchas forzadas. Por eso es probable que muchos indecisos, cabreados, descontentos o, simplemente, necesitados de renovación le compren a Rivera este próximo mayo -y probablemente también en noviembre- su producto. Pero para ello Albert Rivera debería empezar a pensar como hombre de nación y no como político de autonomía.
La triste imagen ofrecida por Ciudadanos en Valladolid esta semana -que con toda seguridad se repetirá en muchos otros lugares de España- puede convertirse en el talón de Aquiles de Rivera. Ha sido sólo olisquear la sangre de un ascenso político más que posible, y algunos cazadores oportunistas ya se han lanzado a la tarea de disputarse los mejores puestos. La ambición es consustancial al ser humano y el oportunismo lo es a algunos seres, también más o menos humanos. Por eso, Albert Rivera no debería permitir que esa ambición castre la esperanza de muchos electores y su intención de voto a las primeras de cambio. Consentir esas luchas intestinas locales sería como pegarse un tiro en el pie sin siquiera haberse puesto la canana al cinto.