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«Los exorcistas comprobamos cómo el demonio queda derrotado»
Jesús Hernández Sahagún explica su convicción en la existencia del «maligno»
Es el exorcista de la Archidiócesis de Valladolid, el único de Castilla y León y uno de los pocos de España. Hace años que realiza una práctica tan reconocida por la Iglesia como polémica, hasta el punto de que son los propios sacerdotes, especialmente los más jóvenes, los que no quieren oír hablar de exorcismos y de malignos, vocablos más propios de películas de terror y de tiempos muy pasados que de la sociedad actual.
Jesús Hernández Sahagún práctica exorcismos y cree a pie juntillas tanto en la existencia del demonio como, sobre todo, en su «influencia diabólica». Su imputación en el caso de la adolescente burgalesa que fue sometida a 13 exorcismos en el Convento de las Salesas de Valladolid, lo que llevó a algunos de sus familiares a presentar una denuncia, no le ha movido un ápice de sus convicciones. Y así las explica en un artículo publicado en el Anuario de la Cofradía de Nuestra Señora la Virgen de las Angustias de Valladolid, que acaba de ver la luz, coincidiendo con la llegada de la Semana Santa.
Hernández, que, además de canónigo penitenciario es cofrade de dicha hermandad, comienza su exposición refiriéndose a su experiencia «no sólo en la existencia de este ángel caído, sino de su acción satánica tanto en las personas como en las relaciones sociales». «Sin embargo, el poder de satán no es infinito», asegura en su escrito. «Los exorcistas comprobamos cómo el demonio queda derrotado en la práctica del exorcismo», recalca.
Insiste en que el catecismo define el exorcismo como «cuando la Iglesia pide públicamente y con autoridad, en nombre de Jesucristo, que una persona o un objeto sea protegido contra las asechanzas del maligno y sustraída a su dominio». Una práctica que, destaca, «sólo puede ser practicada por un sacerdote y con el permiso del obispo». De hecho, al margen de los exorcistas que son nombrados directamente por Roma, en las diócesis los obispos pueden autorizar a un sacerdote a realizarla para un caso concreto, como ha sucedido recientemente en Burgos.
Precisamente, Hernández Sahagún señala en su artículo que «es importante asegurarse, antes de celebrar el exorcismo, de que se trata de una presencia del maligno y no de una enfermedad». Una apreciación que cobra especial importancia en el caso de la joven burgalesa a la que sometió a 13 exorcismos y que acabó en un centro residencia de Zamora bajo la tutela de la Junta. Hoy, dicha joven, ya mayor de edad, reside con sus padres por voluntad propia.
Hernández Sahagún distingue después entre cuatro tipos diferentes de «influencia diabólica». La posesión, es la más grave y se produce cuando «el diablo toma posesión del cuerpo de una persona y la hace actuar o hablar bajo su control sin que la persona pueda resistirse». La segunda modalidad es la vejación diabólica, «tormentos que no llegan hasta la posesión». «Algunas personas se ven atacadas en sus afectos, en su trabajo o en su salud, sin que los médicos sepan dar razón» señala; la tercera forma es la «obsesión diabólica» y se produce cuando «la persona sufre con pensamientos absurdos o incluso blasfemos de los que no puede deshacerse y provoca en la víctima un estado de encerramiento». Por último, está «la infestación diabólica, que puede afectar a casas, objetos y animales». El canónigo destaca también en su texto cómo desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo hay referencias a la existencia de satanás, al que atribuye «los desastres ocurridos durante el siglo XX y que perduran con más furor en estas primeras décadas del siglo XXI». Efectos entre los que incluye «el aborto, los abusos genéticos, el terrorismo, las más de 30 guerras diseminadas por los cinco continentes, los millones de muertos por las hambrunas, las persecuciones en nombre o en contra de la religión...».
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