al pairo
Cárceles
En un ranking de muy dudosa honra como es el del número de suicidios que se producen en nuestras cárceles cada año, dos de los centros penitenciarios de Castilla y León ocupan puestos de cabeza. El primero de esa lista es el de Topas, en Salamanca, en el que el pasado ejercicio se «concedieron» una suerte de libertad perpetua cuatro pobres desgraciados. Y entre los ocho primeros también aparece el de Mansilla de las Mulas, en León. Probablemente la razón no sea otra que una desafortunada coincidencia, pero el dato es el dato y algo habrá que hacer al respecto. No están, sin embargo, nuestras cárceles entre las más saturadas. Como en la propia comunidad, la superpoblación no es un problema. Problema que se agravaría y podría llegar a serlo si de repente entraran por la puerta grande de esos centros los de los EREs de Andalucía, los de la Gürtel, los de las tarjetas negras, los de la familia Pujol -y alguno más-, los del «monedero» distraído, los del…
Quizá entonces en España sí que necesitaríamos un nuevo Plan E para construir nuevos centros penitenciarios. O, por qué no, tal vez, con unas pequeñas modificaciones, se podrían acondicionar esos edificios fantasmas que la burbuja inmobiliaria dejó diseminados por los eriales de media España. Y aun así, a lo mejor andábamos mal.
Contrasta la noticia de la saturación carcelaria española, por ejemplo, con una que se publicada hace no mucho en Suecia. Allí, en esa fracción de península escandinava donde el frío atempera mucho los impulsos, el gobierno se vio obligado a cerrar cuatro cárceles por falta de clientela. Lo insólito del dato obliga a preguntarse si en España, en este milenio próximo, veremos algo semejante. Porque si el frío tienen algo que ver con la ausencia de delitos y de delincuentes, al menos en Castilla y León por falta de frío no será.