no somos nadie

Adiós cordera

antonio piedra

El PSOE de Castilla y León ha estado en el limbo de las artes cinegéticas al imaginar, durante cuatros largos años, que Juan Vicente Herrera ya no se presentaría más a las elecciones autonómicas. Estaban tan seguros de su convicción que ya en tiempos de Óscar López -el mayor conspirador de la Meseta en bicicleta- puso en circulación la táctica que usaban los antiguos cazadores castellanos: «Si tantos halcones la garza combaten, a fe que la maten». Así que soltaron tal cantidad de halcones peregrinos de Ponferrada a Burgos que les daba igual que fuera la festividad de San Antonio o de la Purísima Concepción: la garza tenía los días contados y, para su tranquilidad, no divisaban en campo raso ninguna pieza de recambio.

Pero la garza azul -que en su género, como apuntan los ornitólogos más prestigiosos- se caracteriza por su elegancia, discreción y eficacia- acaba, sencillamente, de armarla pistonuda. Resulta que Herrera se presenta a la reelección y, como se puntuaba ayer mismo en la edición regional de ABC, lo hace «con el mismo ánimo, determinación, fuerzas, ilusión y ganas» de siempre. Al PSOE de Tudanca, en el peor momento del socialismo español, se le han llenado las charcas de garzas. El argumento a lazo se ha desinflado por arte de birlibirloque, y ha dado paso a la ternura melancólica que usaba Leopoldo Alas Clarín en su delicioso cuento de «Adiós, cordera», y que llenó nuestra infancia de pañuelos constantes: Adiós, cordera… corderilla adiós…

Sí, definitivamente adiós, porque un PP sin Herrera había cimentado la esperanza socialista. Inmenso error acuñado por una infantil fragilidad. Y ahí están los hechos. Con la simple apuesta de Herrera, se ha esfumado esa esperanza en un hilo. A ésta, irremediablemente, se ha impuesto la fatalidad del adagio castellano: hay en barbecho labranzas que trillan desesperanzas. Y tanto. Desde Ángel Villalba a Luis Tudanca -una rima que, curiosamente, se abraza en asonante una montonera de años- sólo hemos conocido en la Meseta secretarios generales pensando en el poder a trompicones y a zancadillas: ahora a estás tú, pero ahora me corresponde a mí.

Y no. El poder es muy caprichoso en democracia. Esto lo sabía muy bien Lord Chesterfield -el gran estadista británico del XVIII- que exigía para ejercerlo coherencia, dignidad y diligencia. Si falla una de las tres cualidades, sencillamente, adiós cordera… En el socialismo mesetario la coherencia ha sido la mandanga de tócame Roque convertida en progresismo con manguito. La dignidad se ha medido por el grado de adhesión inquebrantable al líder de turno. Y en cuanto a la diligencia, mejor ni tocarla. Ayer mismo supimos que la sangría de Zamora era imparable como las matanzas por San Antón. Conclusión: que la candidatura de Herrera se impone «per se» allí donde, precisamente, falta sentido y razón de ser.

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