El callejón del gato
Atípica precampaña
La irrupción de Podemos y otros colectivos sociales, rupturistas con el sistema, ha cambiado las estrategias de las campañas electorales: nervios en los cuarteles y entrega de armas y bagajes antes de la batalla en el PC e IU, lo que no consiguió la Dictatura. El nuevo escenario propone tres modos diferentes de entender la campaña electoral y la política. Primero, sin atisbos de programas y propuestas, y sin interés por los nombres más allá del morbo informativo, porque el ciudadano se inclinará por conceptos, eslóganes o intuiciones: la papeleta se introducirá para apoyar la conservación de modelos socio económicos o para su ruptura. De aquí dos consecuencias, de una parte, el voto se impulsará más con el corazón que con la cabeza; de otra, la desorientación socialista que sin fijar estrategia y sobrepasada por su izquierda y el desgajamiento interno puede pasar a la irrelevancia.
Segundo, el cambio de relación ciudadano-político. El cheque en blanco para una legislatura ya no sirve y esta realidad exige una comunicación nueva en los partidos tradicionales. Si no entienden en «tiempo real» los mensajes de la ciudadanía se reducirán a la insignificancia en meses. Esto exige un profundo cambio generacional en las avejentadas estructuras de los partidos; los sesentones deben dejar de taponar a jóvenes preparados. La tercera cuestión se relaciona con la transversalidad de los partidos, ni Podemos ni Ciudadanos, representan la cerrazón de los partidos tradicionales a admitir sólo a los que cierran filas con ellos y donde el pluralismo se tacha de deslealtad goebeliana. Debajo del populismo existen formas renovadoras para la gobernación. Separar la paja demagógica del grano es la tarea.