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La química del Nadal con la Comunidad

El decano de los galardones literarios de España ha premiado a once autores de Castilla y León desde que Delibes inaugurase el palmarés regional en 1947 hasta el último reconocimiento al zamorano José C. Vales

La química del Nadal con la Comunidad abc

c. monje

E l fallo de último Nadal vino a confirmar la buena sintonía del decano de los premios literarios de España con los autores de la Comunidad. En setenta y una ediciones, son ya once los casos en que el galardón de la editorial Destino ha distinguido a escritores castellanos y leoneses (de nacimiento, ascendencia o adopción).

Miguel Delibes, José Suárez Carreño, José Luis Martín Descalzo, Carmen Martín Gaite, Jesús Fernández Santos, Francisco Umbral, Raúl Guerra Garrido, Juan Pedro Aparicio, Gustavo Martín Garzo, Andrés Trapiello y José C. Vales integran la nómina regional de «nadales».

Miguel Delibes (1947)

La sombra del ciprés es alargada

El premio a la primera novela de Delibes fue «castellano y leonés» por doble motivo. Por el autor y por estar la novela ambientada en Ávila, presente, además, desde las primeras líneas con un papel esencial: «Yo nací en Ávila, la vieja ciudad de las murallas, y creo que el silencio y el recogimiento casi místico de esta ciudad, se me metieron en el alma nada más nacer. No dudo de que, aparte otras circunstancias, fue el clima pausado y retraído de esta ciudad el que determinó, en gran parte, la formación de mi carácter».

El premio situó a Miguel Delibes en el panorama de la literatura española y su libro dio realce al galardón. En una nota a la edición conmemorativa de los sesenta años de la publicación de la obra, los editores sitúan la novela del vallisoletano entre «las que señalan el resurgir de la narrativa española tras la Guerra Civil» y reconocen que para Destino «el éxito de La sombra del ciprés es alargada ha contribuido a fundamentar el prestigio del Premio Nadal, pues fue la novela galardonada en su cuarta edición».

José Suárez Carreño (1949)

Las últimas horas

Aunque nacido en México, los padres de José Suárez Carreño eran leoneses y él vivió un tiempo en León, para trasladarse después a Valladolid, donde cursó estudios de Derecho. Es un escritor olvidado, pese a que su escueto currículo como escritor luce los tres premios fundamentales del momento en poesía, novela y teatro: Adonais, Nadal y Lope de Vega.

Su historia la resumió Miguel Delibes en su Muerte y resurrección de la novela. «Un tipo que le dio a la literatura española un buen espaldarazo y ayudó, mediante tres acertados golpes, a volver a ponerla de pie fue José Suárez Carreño. Carreño había escrito algo antes de la guerra pero nadie recordaba qué. De manera que Carreño llegó a la chiticalla y, en 1949, ganó el Nadal con su novela Las últimas horas, no muy divertida pero construida sabiamente. (…) Ni antes ni después se ha conocido a nadie que reuniera en su persona los tres premios tan prestigiosos. (...) Todos pensábamos que con un ser tan generosamente dotado por la providencia, disponíamos del literato del siglo, un literato en prosa y verso que todo lo podía. Y ¿qué pasó? Esto es lo divertido. No pasó absolutamente nada. Carreño se dio por satisfecho con los tres premios conseguidos, enfundó su pluma, se puso el sombrero y no escribió ni una letra más».

José Luis Martín Descalzo (1956)

La frontera de Dios

Nacido en Madridejos (Toledo), José Luis Martín Descalzo vivió desde niño en Astorga (León), en cuyo Seminario se formó, además de estudiar Teología en Valladolid. La obra con la que ganó el Nadal se desarrolla en la comarca leonesa de la Maragatería, aunque con topónimos ficticios. Martín Descalzo fue sacerdote y ejerció el periodismo, en ABC, entre otros medios.

La frontera de Dios habla de la fe y de la falsa fe. El libro 50 años del Premio Nadal recuerda que la novela fue recibida como la primera que se escribía en España «con un sentido vivo, palpitante, elevadísimo y valiente sobre la enorme dificultad de merecer a Dios».

Carmen Martín Gaite (1957)

Entre visillos

Carmen Martín Gaite también recibió el impulso del Nadal en sus inicios como escritora; antes solo había publicado El balneario. Entre visillos se desarrolla en una ciudad de provincias no identificada, pero ella misma aclaró en el programa «Esta es mi tierra», de RTVE, que Salamanca le dio «el ambiente que inspiró» esa novela. Allí había nacido y vivió hasta los 25 años.

La escritora retrataba a una generación de mujeres abocadas a buscar un marido en la asfixiante sociedad franquista. Paradójicamente, en las crónicas de la época sobre la concesión del premio era «la esposa de Rafael Sánchez Ferlosio», ni siguiera la escritora de El balneario, con el que ya había ganado el Premio Café Gijón. En los años ochenta del siglo pasado, Entre visillos fue convertida por Miguel Picazo en una serie para TVE

Jesús Fernández Santos (1970)

Libro de las memorias de las cosas

Este madrileño que siempre se sintió de Cerulleda (León), el pueblo de su padre donde pasó mucho tiempo y donde murió, ambientó en la provincia leonesa buena parte de su obra narrativa. Libro de las memorias de las cosas no es una excepción y recrea la presencia de un grupo evangélico en Ribera de Negrillos, «el pueblo de los protestantes», que en realidad era Jiménez de Jamuz. «El arte de narrador de Jesús Fernández Santos alcanza en Libro de la memoria de las cosas posiblemente su expresión más acabada y depurada. Su peculiar estilo -seco, sobrio y seguro- servido por un vocabulario rico y preciso, transcribe con una tensión interna que no decae en ningún momento situaciones narradas con deliberada contención que ocultan una profunda crisis anímica en los personajes», escribió Gimferrer en la revista Destino.

Francisco Umbral (1975)

Las ninfas

Francisco Umbral había firmado ya una treintena de libros de distintos géneros cuando Las ninfas el dieron el Nadal. El protagonista se llama Francisco y recuerda su adolescencia en una ciudad de provincias, lo que inmediatamente remite a Valladolid, donde Umbral pasó esa etapa de su vida. Algunos escenarios lo confirman.

De no haberse alzado Umbral con el Nadal de ese año, el premio hubiese sido para otro autor de Castilla y León, el soriano de Ólvega Manuel Villar Raso, quien quedó finalista con Mar ligeramente sur.

Raúl Guerra Garrido (1976)

Lectura insólita de «El Capital»

Raúl Guerra Garrido ha escrito mucho sobre la comarca berciana de la que desciende y donde pasó su infancia (en Cacabelos). Incluso en Lectura insólita de «El Capital», ambientada en el País Vasco (donde ha pasado gran parte de su vida el escritor), el Bierzo también está presente a través de uno de los personajes, Celso Trincado Bodelón. Además, el protagonista de la novela cuenta un viaje a Ponferrada durante una Semana Santa y alude a costumbres como la de «matar judíos» o el juego de las chapas. Pero más allá de ese guiño, la trama se centra en los conflictos laborales vascos a través del secuestro de un industrial.

Juan Pedro Aparicio (1988)

Retratos de ambigú

Una ciudad de León envuelta en corrupción política, durante los primeros años de la transición, y una trama repleta de historias sorprendentes y plasmadas con mucho humor le valieron a Aparicio el Nadal. La búsqueda de una vieja estrella del fútbol y la peripecia de un estricto inspector de Sanidad sostienen la novela.

En esta edición de 1988 el premio se hubiese quedado en la Comunidad si no lo hubiese ganado el escritor leonés. A un paso se quedó el burgalés Jesús Carazo, finalista con Los límites del paraíso.

Gustavo Martín Garzo (1999)

Las historias de Marta y Fernando

También en su ciudad, Valladolid, ambientó Garzo la novela con la que ganó el Nadal. Desde la superficie podía leerse como una historia de amor más, pero «el talento expresivo de Gustavo Martín Garzo estalla a través de todas sus costuras, pues -como siempre- es capaz de traspasarlas a través de unas intenciones que siempre buscan una trascendencia que vaya mucho más allá de sus aparentes propuestas», señalaba Rafael Conte en ABC Cultural.

En la misma edición de 1999, el jurado del galardón se «inventó» una «mención especial» para destacar la calidad de otro escritor vallisoletano, el jovencísimo Alejandro Cuevas, y de la novela presentada: La vida no es un auto sacramental, que también sería publicada por la editorial Destino.

Andrés Trapiello (2003)

Los amigos del crimen perfecto

El leonés de Manzaneda de Torío Andrés Trapiello se acercó a la novela negra con la historia de un grupo de amigos, apasionados de ese género literario, que se reúnen para imaginar el crimen perfecto y terminan envueltos en uno real. Todo ello en el contexto de la España del intento de golpe de estado de 1981.

En la misma edición, la 59, el premio Destino Guión (para novelas susceptibles de ser adaptadas al cine ) recayó en el vallisoletano Vicente Álvarez por El mercenario del Dux, que se desarrolla en escenarios de Italia, pero también en Valladolid.

Además de los dos finalistas ya citados, Manuel Villar Raso y Jesús Carazo, otros dos autores de Castilla y León se quedaron a las puertas del prestigioso galardón: el palentino Tomás Salvador Espeso, en 1951 con Historias de Valcanillo, y el vallisoletano Rubén Abella, en 2009, con El libro del amor esquivo.

Entre todos componen la extensa lista de autores que prueban la buena química entre el Nadal y las letras de la Comunidad.

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