teatro
El inquietante prestamista
El Calderón de Valladolid continúa la celebración de sus 150 años con la producción de «El mercader de Venecia» dirigida por Eduardo Vasco
El teatro Calderón de Valladolid sigue de tiros largos con su programación en el 150 aniversario de la apertura del coliseo. En los primeros días de febrero, desde el jueves 5 hasta el domingo 8, estreno absoluto de El mercader de Venecia de Shakespeare, a cargo de la Compañía Noviembre, dirigida por Eduardo Vasco y con el elenco de actores habitual, Arturo Querejeta, Francisco Carril, Francisco Rojas, Fernando Sendino, etcétera.
Se da la circunstancia de que las tres últimas producciones de la compañía se han estrenado, coproducidas por el Calderón, para girar con éxito por la geografía española. Otra coincidencia, la recurrencia de Vasco a Shakespeare «que es un dramaturgo completo. Poéticamente bello, profundo, sencillo, incisivo y humano como pocos y que enriquece como artistas y personas».
El mercader de Venecia es una de la obras más inquietantes del dramaturgo inglés, la mezcla de géneros, el argumento dramático, la presencia del amor, el antisemitismo de la figura de Shylock y su carácter poliédrico, proporciona muchas lecturas de los directores, no siempre acertadas. Por este motivo, asistir a una escenificación de esta obra de difícil catalogación por el género, supone siempre el encuentro con algo nuevo, realizado con mayor o menor fortuna.
Eduardo Vasco reconoce que El mercader de Venecia es una obra con mucho recorrido a lo largo de la historia, con muchas referencias y también con muchos prejuicios. «Creo que es una comedia romántica con aspectos dramáticos que siempre se ha querido ver como un drama al que le sobraban escenas románticas. De hecho, en muchas épocas se ha eliminado, por ejemplo, la última escena. Es un complejo canto a la amistad y al amor con zonas muy oscuras. Nosotros hemos tratado de contarlo de una manera equilibrada».
El judío Shylock es uno de los personajes más poliédricos y atractivos que han salido de la pluma de Shakespeare: inteligente, rencoroso, villano, astuto, extraño, irónico y con prontos de carácter. Su textura encaja con esos seres marginados o que bordean la convención, que aparecen en otras obras del dramaturgo inglés y que dejan impronta en la memoria. Pertenece a la categoría de los Falstaff, el bufón de Lear, Caliban, Malvolio, una galería que rompe la corrección y que atraen por su humanidad, no exenta de una peculiar maldad, que, acaso, su fuerza para sobrevivir.
El director soslaya la raza judía del personaje, cuestión en la que otros se enredan y se centra en su condición de prestamista sin escrúpulos, «que utiliza las leyes para enriquecerse por encima de cualquier noción de moral o de caridad»; se detiene también en aquellos «que le desprecian por ser diferente, aunque recurren a él cuando lo necesitan. Gentes, que existen a nuestro alrededor». Mi mirada -prosigue- tiene que ver con la gente corriente que desea cosas, que escucha modos para conseguir dinero y que luego se encuentra en una trampa de escape imposible. «Tiene que ver con la gente que es capaz de comprometerse por amor o por amistad con sus semejantes».
La versión de Yolanda Pallín trabaja a favor del texto, para que este resulte «accesible, bello y eficaz». En el original ya se encuentran muchos elementos perennes y contemporáneos, y por tanto intentamos que aparezcan «sin que tengamos que hacer grandes esfuerzos o deformar terriblemente los originales. Cambiamos, reducimos, ampliamos y, en fin, adaptamos lo que nos parece adecuado, pero no nos creemos mejores que Shakespeare».
El mercader de Venecia ofrece muchos puntos para la reflexión: los préstamos que se convierten en un suplicio, cuando no se devuelven al ritmo previsto; las diferencias religiosas o de raza; «pero también es una historia de amor y de amistad, de lealtad y de pasión por la vida». En esta propuesta, como en otras anteriores lo importante es el trabajo del actor y el apoyo de la música en directo, que «desarrolla toda la dramaturgia en escena», porque es una compañía «con una melodía en el corazón». Aquí siguen a Shakespeare que advierte en esta obra: «no confíes en el hombre que no tenga una melodía en su corazón».
El espacio combina sobriedad y belleza, que realza el vestuario de Caprile, donde la historia se cuenta bien. El trabajo de Carolina González en lo escenográ