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Ignacio Camacho: «La credibilidad reside en el lenguaje pulcro»

El columnista de ABC recibe el Premio Miguel Delibes como un estímulo bajo «la sombra» del «maestro»

Ignacio Camacho: «La credibilidad reside en el lenguaje pulcro» f.heras

m.gajate

Fue una «referencia incontestable del oficio de escribir». «Al asociar mi nombre» al de Miguel Delibes «habéis depositado sobre este articulista un compromiso de excelencia». «Honrado y agradecido», el columnista de ABC Ignacio Camacho recibió ayer el Premio Nacional de Periodismo, que lleva por apellido al autor vallisoletano, con elogios al «maestro» y una promesa de «lealtad» hacia el vehículo de expresión del gremio: el lenguaje. Su uso «correcto y pulcro», advirtió, es una «exigencia» para quienes trabajan con las palabras. Sin estas máximas, «la narrativa carece de credibilidad».

Así, defendió que «ni la urgencia, ni la inmediatez, ni la precariedad, ni la rutina» son excusa para perder fidelidad al idioma. «Los periodistas no tenemos coartada para escribir mal o hablar sin corrección como no la tenemos para inventar hechos o deformar realidades», expuso ayer Camacho en el Teatro Calderón de Valladolid tras recoger el Premio que otorgan al enaltecimiento y puesta en valor de lengua la Asociación de la Prensa de Valladolid y la Fundación Miguel Delibes con el patrocinio de La Caixa. Antes de él, Javier Marías, Álex Grijelmo o Iñaki Gabilondo formaron parte del imponente palmarés de esta distinción.

Reconoce que ha habido «momentos mejores» en cuanto al cuidado del lenguaje en el periodismo. Hoy en día entiende que el descuido, las prisas, las mil tareas por hacer han podido llevar a que «falte mimo al idioma», pero «no se puede permitir», del mismo modo que «queremos que el fontanero preste atención a la tubería. Se llama profesionalidad», sentenció al respecto.

El trabajo que le hizo vencedor de entre una veintena de candidatos fue «Almendras amargas», en el que, precisamente, ensalzaba el tratamiento del lenguaje, en este caso por parte de Gabriel García Márquez. Tres días después de la muerte del autor colombiano, el columnista de ABC argumentó en una necrológica que la «auténtica magia» del Premio Nobel «estaba en su prosa, esa especie de piedra filosofal que transformaba los materiales del idioma en una orfebrería de sonidos» y «el secreto de su celebrada imaginación» eran «el estilo, el lenguaje, el tratamiento verbal». Aunque la pluma que dio forma a «Cien años de soledad» es irrepetible y ese don de grandeza en el manejo de las palabras roza a pocos en la historia, Camacho sí defendió, al menos, esa «expresión correcta» a la hora de hilar historias reales en un medio de comunicación. «Ésa es la enseñanza esencial de los maestros cuya estela seguimos como referencia: palabras exactas, intenciones honradas y ojos abiertos».

«Escritor puro»

Entre los que impartieron magisterio linguístico con su prosa, destacó a quien da nombre al premio: Miguel Delibes, «representante del paradigma del escritor puro y del periodista cabal, consagrado a pulir el brillo del cristal de un idioma que en sus textos adquiere la desnuda y fibrosa concisión de una vara de avellano». Su herencia es, en parte, el trabajo por «encontrar en el lenguaje el ritmo exacto y el significado justo», expuso Camacho en Valladolid, la tierra natal del escritor de «Cinco horas con Mario» y en la que «el idioma decanta con pureza transparente su orgullo de llamarse castellano». Su figura vinculada al premio, hacen que éste sea una «responsabilidad» y un «estímulo», señaló tras recibir el mismo en manos de su hija Elisa Delibes en una gala que contó con la presencia de representantes de la esfera cultural, periodística y política, como el delegado del Gobierno en Castilla y León, Ramiro Ruiz Medrano; el secretario general del PSCL, Luis Tudanca; o el presidente de la Diputación de Valladolid, Jesús Julio Carnero.

De Sevilla a Valladolid

Y como de «maestros» iba su historia con este Premio, Camacho cerró el acto trazando puentes entre los grandes de su tierra sevillana y la capital del Pisuerga. «Vengo a aceptarlo desde la Sevilla de Bécquer y de Blanco White, de Cernuda y de Romero Murube, a la Valladolid de Calderón y de Núñez de Arce, de Zorrilla y de Cossío, de Chacel y de Martín Garzo», apuntó antes de dejar el escenario. No sin antes, pedir permiso para «invocar el magisterio cenital y luminoso de Miguel Delibes para acogerme a sagrado bajo la gigantesca sombra de su memoria».

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