el callejón del gato
Sin casta cultural
La ambigüedad calculada de Podemos les permite moverse entre el no contestan o no saben. Al primer grupo pertenecen aquellas cuestiones que afectan al meollo de la gobernación; al segundo, otros temas sociales, educativos o culturales, donde las evasivas o el silencio procede más de la ignorancia que de la astucia. Están en fase de elaboración programática y en materia cultural, hasta el momento, barajan dos ideas: suprimir las sociedades de gestión de derechos de creadores (SGAE, Aisge, etc), necesitadas de reforma, pero no de eliminación, aunque por ésta aboguen muchos; y popularizar la cultura con la supresión de la élite (o la casta) cultural. Sostienen que los creadores o artistas no necesitan de una formación profesional (los extremos se tocan, pues es una formulación compartida en ámbitos conservadores) y que la cultura debe brotar de la espontaneidad del pueblo.
Los estándares culturales los encuentran en países «bolivarianos» (la Orquesta Sinfónica de Venezuela es una referencia) o en manifestaciones populares que nacen de la necesidad de expresión o denuncia del pueblo contra casta. Las madres de mayo, el teatro popular de las favelas, las protestas de Oaxaca, etc, donde la contestación social se transforma en hechos performativos, con la confluencia de diversas manifestaciones artísticas, son modelos a trasplantar. En este contexto, el artista (escritor, músico, teatrero, etc) se convierte en conductor de colectivos, formados por personas con sensibilidad, pero sin formación en academias artísticas, arraigadas en la civilización occidental. Este modelo deriva en la vulgarización del arte y la cultura, y su posterior manipulación, porque del pueblo brota un Miguel Hernández, de la casta formada Salinas, Guillén…