El manso Herrera

Es fácil suponer que el día que Juan Vicente Herrera cuelgue los hábitos políticos poco a nada volverá a acordarse del ministro Montoro. De tener que dedicarle alguna canción algún día en algún karaoke, seguro que antes que el «amigos para siempre» pediría cantar el «que te vaya bonito», asistido por sus viejos mariachis. Los desencuentros entre el presidente castellano y leonés y el hacendoso jienense son ya todo un clásico de otoño-invierno. Sin embargo, el encontronazo de este año a propósito del Consejo de Política Fiscal y Financiera ha batido records y ha elevado la temperatura ambiente tanto que hasta en el concierto inaugural del Año Santa Teresa a más de uno se le hizo Ávila, en pleno enero, una ciudad caribeña. «Mentiroso», buen nombre de morlaco galopón, es el piropo que Juan Vicente lanzó a espetaperros a Cristóbal, y con más razón que un santo… Job.

Quienes siempre han visto en el presidente castellano y leonés a un hombre en exceso prudente, en exceso comedido y en exceso leal, quizá se lleven en un futuro no muy lejano alguna sorpresa mayúscula. Del agua mansa líbreme Dios… asevera el viejo refrán. Y para clásico vaya ese otro, herreriano, de tener, políticamente hablando, más pasado que futuro. Y en este sentido, la inhibición que provoca siempre todo final quizá le lleve, de ganar las elecciones en mayo, a darse el gustazo de formar, por fin, un gobierno regional a su antojo. De ser así, muchos serían los que sin duda verían fracturadas sus esperanzas políticas. Es fácil adivinar a qué caballos seguiría apostando -pocos- y a cuáles mandaría acecinar -sin ceísmos andaluces, claro-. Por eso, de aquí a mayo, lo mejor para muchos será la sordina y, sobre todo, no liarla, que el agua mansa esconde a veces grandes pozas.