no somos nadie
Olvido militante
No pienso dedicar al secuestrador del burgalés Ortega Lara, o al asesino en serie que fue Bolinaga, más líneas que las que exige el rigor. Ni me enredaré en los vericuetos que implica el descanse en paz. Para este pasaporte concreto ya le habrá estampado monseñor Setién -el obispo de etarras que suprimió de los diez Mandamientos el «no matarás»- un codicillo en molde con todas las pólizas necesarias que incluyen, cómo no, la bendición apostólica de Su Santidad. A los criminales tan abyectos como éste, Marco Aurelio, en uno de sus Pensamientos, les mandó hace siglos al mismísimo infierno de una manera elegante, como todo lo suyo: «En un instante serás olvido; otro instante, y todos te habrán olvidado».
Así que, muerto el perro de las rabias con metralleta, me acojo al olvido militante como revancha hacia un terrorista que no merece ni el recuerdo de matarife en serie que, como delincuente sostenido por la casta política más desleal y pactista, disfrutó durante toda su vida. Pero por más vueltas que se le dé al asunto, imposible sustraerse hoy de los auténticos olvidados en esta larga y espantosa historia de terror. Es decir, de las víctimas inocentes. Primero, de las que se llevó por delante con el tiro en la nuca esta bestia de exterminio. Y segundo, las que dejó sepultadas en vida en los mismísimos raíles del gulag con ignominia soviética.
Pocas veces en la historia de los asesinatos en masa, se ha dado un caso tan repugnante y singular como la de este carnicero de procedimientos abreviados. Y pocas veces una caterva de políticos y jueces -los más haciendo una piñata con nudo corredizo en torno a una supuesta justicia democrática, y los menos mirando qué bello es el paisaje de las lechugas en época de celo- se ha ocupado a fondo en la nobilísima tarea de dar cobertura garantista al asesino y de laminar por ley los derechos y recuerdo de las víctimas. Con la llegada al poder del divino Rajoy -el césar que obtuvo la mayoría más radical para cambiar las cosas, e hizo del PP una linda sucursal del zapaterismo remendón y corrupto-, hemos llagado en Castilla al colmo de la maravilla denunciada por Góngora como cambiazo: «Que el amo deje la silla,/ y que la ocupe el lacayo».
Lo demás son albricias que un niño de teta lanza a la luna llena. En resumidas cuentas: 1, la excarcelación de Bolinaga fue una vergüenza en cadena que dejó a la política y a la justicia españolas temblando y cojeando de un lado; 2, el maltrato del PP de Rajoy a las víctimas ha sido para los asesinos como el maná de Zapatero; 3, el desprecio de Rajoy a su base electoral ha llegado a la hipertrofia del tonto de Coria que pensaba que había que extender la pata más allá de la sábana; y 4, en las próximas elecciones generales imaginamos la castaña de Rajoy emulando a Juana la Loca: llora con dolor, España, ¿dónde estás, mi Bolinaga?