La niña del exorcista

A este clásico del terror acaba de nacerle una truculenta secuela en tierras burgalesas. Supongo que estupor es lo mínimo que habrá experimentado cualquier lector ante tan sórdida y anacrónica noticia. Una joven, menor de edad en el momento de los hechos, sometida a 13 exorcismos -supersticiones aparte- para tratar de expulsar de su ansioso y anoréxico cuerpo al demonio. Incapaz de soportar tanta presión ambiente, no es raro que la joven decidiera lanzarse al vacío desde un tercer piso. Milagrosamente, y aunque con graves consecuencias, pudo salvar la vida. Pero, en tales circunstancias, surge la duda de si el milagro fue obra del cielo o condena de otra parte. Porque hay milagros que a veces son eso: la perpetuación de una condena.

La televisión, en su dimensión formativa, que también la tiene y muy buena, nos ha mostrado muchas veces a través de documentales, reportajes e, incluso, películas , la amplia variedad de mitos y ritos que pueblan la Tierra, y que tienen como protagonistas a espíritus, demonios, brujas, meigas... empeñados en ensombrecer la luz de nuestros días. Pero de la pantalla al hecho hay mucho trecho. Lo que no se concibe es que unos padres, supuestamente amantísimos de su hija, entiendan como obra del demonio lo que probablemente no sea más -ni menos- que una cuadro clínico típico de estos tiempos en los que superficialidad y presión social, mezcladas con maestría y sin escrúpulo, han convertido a muchas jóvenes en víctimas de las modas y de los estereotipos. Y puede ser que, en cierta medida, sea obra del demonio. Pero no de uno con cuernos y rabo, sino de ese demonio que amasa fortunas en cuentas de bancos, verdaderos infiernos de nuestro tiempo.

A estas alturas ya sabíamos que los Reyes Magos eran los padres, lo que no estaba tan claro es que estos también pudieran ser el mismísimo diablo.